ROMANCE DEL PRISIONERO

Imagen 6.

Hace una par de días, a propósito de mayo, -mes alegre, el de María, con sus romerías y fiestas, en el que la Naturaleza revienta los campos-, recordé los primeros versos de un antiguo romance: 

.
[316]

Que por mayo era, por mayo,

cuando hace la calor,

cuando los trigos encañan

y están los campos en flor,

cuando canta la calandria

y responde el ruiseñor,

cuando los enamorados

van a servir al amor, (…)

 Pero en medio de tanto derroche de luz y explosión de colores, desde la oscuridad del presidio, el prisionero se consume en la tristeza y soledad:

sino yo, triste, cuitado,

que vivo en esta prisión,

que ni sé cuándo es de día,

ni cuándo las noches son, (…)

 Y hasta la oscuridad de la lóbrega mazmorra, llega la Naturaleza ofreciendo al preso un reloj que anuncia el alba:

sino por una avecilla

que me cantaba al albor.

 Tenue esperanza en forma de canto, único vínculo con el mundo exterior. Pero habla en pasado y al ánimo del hombre asoma el desconsuelo. Luego, se torna en desesperación:
 Matómela un ballestero;

déle Dios mal galardón.

 Cuanto dice y cuantos interrogantes plantea.
 Me fascina la sencillez de la literatura antigua, la que se escribía a mano, sin letra de imprenta. Y sin imprenta, claro. Con que brevedad y claridad muestran los sentimientos más profundos.

Dejo aquí la versión cantada del Romance del Prisionero (anónimo del siglo XIV) en voz de Joaquín Díaz.