Me entristece el abandono, el destierro al que sometemos nuestras tradiciones. Con qué facilidad olvidamos que somos lo que somos, porque antes nuestros mayores fueron como fueron y nos legaron lo que nos legaron. Nuestras raíces.
No me considero persona embarrancada, aferrada al pasado. Acepto el progreso y admiro la innovación. Bien entendida, claro. La que hace avanzar a los pueblos sin despreciar su esencia, la que mantiene los vínculos de la comunidad, la que enriquece y aumenta su bienestar respetando los sentimientos, ritos y costumbres que vertebran su estabilidad emocional y social.
¿Necesitamos importar fiestas como Halloween?
Que nadie se equivoque, no hablo de religión; hablo de las raíces.
Quizá sea la edad la que nos va acercando a las claves de la vida.
De antiguo, en la Sierra de Huelva y muchos pueblos de Andalucía, era tradicional por Tosantos hacer tostadores de castañas. En torno a ellos se reunía la juventud y discurría la fiesta, en armonía con el respeto a los difuntos.
Y Cupido, siempre pendiente de todo:
YO TE QUISE POR EL TIEMPO
DE LAS CASTAÑAS TOSTÁS;
SE ACABARON LAS CASTAÑAS,
YA NO TE QUIERO PA NÁ.