Se llama María y ronda los 90 años. La observé embelesada, alegre, moviendo los labios y la cabeza al son de la copla que salía del corro:
Amor mío, amor mío
vuelve mañana …
Los ojos vidriosos, centelleantes, con luminiscencia mágica. Parecía transportada a otra época, a otro momento. La pude ver de joven, cantando aquellas canciones en la rueda, junto a sus amigas de infancia:
… que es muy larga la ausencia …
Yo, que grababa la correderita, sin dejar de observarla, discretamente, fui acercándome hasta ella. La escuche cantar con voz tenue, recogida, ensimismada, pero clara:
… de una semana
¡y adiós, adiós!
Mil razones hay para seguir recuperando estos rituales antiguos de nuestros abuelos, que el tiempo, casi, nos hizo olvidar; pero, el sábado pasado, cuando oí cantar a María y vi toda la felicidad del mundo condensada en su cara, me sentí plenamente reconfortado, recompensado por el esfuerzo que hacemos desde la Asociación Cultural «El Pandero».
Y qué decirles cuando, al terminar la canción, me miró y me dijo un lacónico y conmovedor «gracias». ¡Cómo alimentan el alma estas cosillas!
¡Qué gente tan maravillosa se pierde en una calle cualquiera en el silencio del olvido, si alguien no viene y la rescata y lo dice y…!
Precioso el artículo y el vídeo. Gracias Tomás por tu gran trabajo al recopilar todas las tradiciones de nuestro querido pueblo, un gran legado para los q nos vienen detrás.
Un abrazo