MIENTRAS TE CANTO UNA COPLILLA (10)

Desde que cruzo el puente de la Ribera del Múrtiga al inicio de la carretera de La Nava, aparecen sensaciones placenteras. Todos mis músculos sentimentales -ya sabes, los que se ejercitan en las entrañas del corazón, en los recodos de la memoria con la intimidad de los recuerdos- se activan.

Mientras discurren los kilómetros hay tiempo para pensar en lo lejos que está de todas partes este bendito pueblo, y el abandono al que está sometido. El lugar donde habita el olvido, que diría Sabina. Paradójicamente, ningún marocho la olvida. Yo, tampoco.

Fue certero el nombre que aquellos jóvenes marochos, allá por 1990, pusieron a la Asociación Cultural con la que pretendían mover el árbol: Tierra de Nadie. Consiguieron cosas importantes. La principal, el periódico El Picón, que se convirtió en su emblema, una herramienta para canalizar reivindicaciones, un vínculo con la gente que tuvo que emigrar y una ventana que pretendía corrientes de aire nuevo y limpio. Luego, con los años, se fue diluyendo. Sería curioso revisar todos los artículos que se publicaron en él, denunciando las condiciones de nuestra principal comunicación con el resto de la provincia: la carretera de La Nava.

Cuando vengo, el aire, los olores, los tonos del campo, eucaliptos, encinas, jaras, curvas… Nada parece haber cambiado. Quizá por suerte, porque todo lo siento tan ligado a mi, que hasta a las curvas y al mal piso parece que se le tiene tomado cariño.

Cuando cruzo el Sillo -ese río sin caracolas, donde no cabe un barquillo por chica que sea su eslora- y ves el puente viejo, la Peña San Sixto, el hermoso paraje de El Caño y la Umbría de la Víbora, empiezas a sentirte en casa, aunque aún no hayas llegado. Asoman los olivos, los almendros -en época de floración arrebatadores-, y cuando culmino el Puerto el Olivo, espero -con emoción renovada en cada ocasión- ver aparecer el fuerte de San Juan, el castillo, la iglesia, las empinadas casas de la calle Rompeculos…

Yo, en cuanto veo la Buharda, inconscientemente, aminoro la velocidad y me dejo ir. Con lentitud voy atravesando el Camino de La Teresa y enfilo hacia la Cobijá. Ya estoy en casa.

Hace unos días la Junta de Andalucía nominó al Fandango de Huelva como Bien de Interés Cultural. Ha tardado mucho. En el nombramiento, una mención especial al Fandango de Encinasola, uno de los mejor conservados y de los pocos que aún se bailan. Hoy la música no podía ser otra…

Esta grabación seguramente no esa la mejor que se podría presentar, pero me trae buenos recuerdos. Fue en el patio de armas del Castillo de Cortegana en Agosto de 2017.

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