Cantares de Valverde

facanías-2PUBLICADO EN EL Nº 500 DE LA REVISTA FACANÍAS DE MARZO DE 2015.

  Decía Rodríguez Marín que “Así como todo el pensar de un pueblo está condensado y cristalizado en sus refranes, todo el sentir se halla contenido en sus coplas. ¿Queréis conocer de qué es capaz su corazón? Estudiad su cancionero, termómetro que marca fielmente los grados de su calor afectivo.” [1]

  Comparto con él que los cantares de un pueblo, de forma colectiva, definen su perfil, sus entrañas. Pero además, el folclore musical tiene capacidad para recoger, de forma ingenua, acontecimientos y situaciones que se escapan a los papeles.

  Estas dos razones me han parecido sólida justificación para mostrarles, en este emblemático nº 500 de la revista Facanías, un muestreo de veinte piezas del folclore musical tradicional de Valverde del Camino.

[1]

Cuenta nuestra vieja historia

que Facanías el ventero

fue un judío que de Niebla

echaron cuatro negreros.

Cogió su carro y su gente

y se puso a caminar,

pero pasó por un sitio

que le hizo cavilar.

¡Bonito valle, qué verde!

Y está en medio del camino:

aquí pongo yo una venta,

verás como vendo vino.[2]

…………………………………

  Desde que aquel ventero decidió aposentarse en este cruce de caminos situado en un entorno natural de agraciado paisaje, clima benévolo y vestigios de anteriores asentamientos, mil circunstancias condicionaron lo que hoy somos.

  Al amparo de la venta se construyeron Cuatro Casas y un pozo compartido. A ellas le siguieron otras, y el sitio fue consolidándose. A finales del siglo XV, el Lugar de Facanías se nombra como Valverde del Camino y “cuenta con 60 “vecinos” y en 1528 con (…) unos 410 habitantes”.[3]

  Varios autores, la tradición oral y el paralelismo histórico, proponen como justificación del aumento demográfico de Valverde del Camino la disimulada llegada de judíos tras las expulsiones que impusieron los Reyes Católicos en el último tercio del siglo XV. Puede ser, aunque nadie aporta datos o documentos fiables, ni se ha estudiado con rigor. También es posible que este aumento se viera favorecido por la llegada de naturales de Niebla, tras el saqueo de la villa por las tropas de Fernando el Católico en 1508.[4]

  Fuera como fuera, por esta época ya empiezan a recogerse acontecimientos que marcan nuestro discurrir y que empiezan a dejar huella en nuestro folclore. Así, en 1520, el pastor valverdeño Pedro Márquez, luego conocido como Pedro el de la Santa, encontró en Sotiel la imagen de la Virgen de Coronada[5]. Los valverdeños la sintieron patrona durante mucho tiempo hasta que la rivalidad con Calañas dejó de tener sentido. Se cantaba:

[2]

No vayas a Calañas,

¡Oh Virgen pura!

Que te llevan montada

en una burra.

Vente a Valverde

que te traen sus hombres

y sus mujeres.

  Esta coplilla conserva una musicalidad, hermosura y rasgos de indiscutible antigüedad. Quizá de época anterior a 1672 cuando, seguramente buscando identidad y rehusando un conflicto abierto con Calañas, se proclamara a la Virgen del Reposo como patrona.

[3]

Dicen que Valverde tiene

en la calle Arriba un pozo

y por Patrona le han puesto

a la Virgen del Reposo.

  El aumento demográfico de principios del siglo XVI obligó a los valverdeños a buscar recursos en la tierra llana. Fueron ocupando pequeñas parcelas y luego agrupándose en minúsculos núcleos de chozas que con el tiempo dieron lugar a aldeas como El Guijo, Tumalejo, Raboconejo, La Peñuela, Candón, La Navahermosa o la Fuente de la Corcha y confiriendo a los valverdeños derechos de explotación sobre Los Baldíos de Niebla. Surgió el Pleito de los Baldíos, un contencioso con la vecina población que no quedó resuelto hasta mediados del siglo XX.

  Este territorio fue durante siglos la base del sustento de Valverde. En él se desarrolló una agricultura marginal de subsistencia, apicultura, extracción de corcho, algo de ganadería y caza que, según Pascual Madoz, se mantuvo hasta 1840.[6]

  Fue por Los Baldíos, próximo a la tierra llana, por donde llegó a Valverde la seguidilla a mediados del siglo XIX. Ferias de ganado, intercambios comerciales, fiestas, tratantes que van y vienen… Eran muchas las familias que habían construido sus chozas repartidas por Los Baldíos de Niebla que, aunque sin perder la referencia de Valverde donde acuden periódicamente, sienten la necesidad de reunirse, festejar días señalados y forjar amores. En este marco se desarrollan los bailes en las chozas, donde la seguidilla es la protagonista.

 [4]

Mañana el baile en mi choza,

mi madre va a hacer buñuelos.

Eso dicen las muchachas

del Guijo y Raboconejo.

[5]

En la choza de la Marta

se canta y se baila bien,

pero hay que tener cuidado

con no esconchá la pared.

  La seguidilla bailable, simple o de cuarteta, con o sin estribillo, en unos casos con estribillo enlazado a la seguidilla y en otros con estribillos comodines, ha sido un género muy popular entre la gente que vivía en Los Baldíos y también en Valverde. Con un proceso similar a su discurrir en Sevilla y su entorno, acabaron en sevillanas.

[6]

En la calle Camacho

número ocho,

aún se vende la leche

a tres chicas el ocho.

Nadie sospeche

que es que tiene Valverde

muy mala leche.[7]

  Y así las sevillanas, ya agrupadas en bloques de cuatro, tomaron cuerpo. Aquí se crearon muchas, pero quizá las que mejor condensaron el espíritu valverdeño son las de José María Castizo. Ésta es una de ellas:

[7]

Me gustan los gurumelos

y los guisos de frijones,

alfajores y pestiños,

piñonates y piñones;

el tabefe y los calostros

y la empella en la tostá,

los pimientos encurtíos

espetos de carne asá;

un puchero de aguardiente

con agua del Berecillo,

las mujeres, la guitarra,

 y el cante por fandanguillo.

  Las seguidillas y sevillanas, tan populares y nuestras, la analicé en 2011 en el libro A compás de palmas. Sevillanas tradicionales de Valverde del Camino, donde recogí  más de 200 letras.

  Pero volvamos de nuevo atrás, al siglo XIX. Entonces se produjo el elemento clave que vino a transformar la condición agrícola y artesanal de Valverde: la llegada del ferrocarril que los ingleses construyeron en el último tercio del siglo XIX para transportar el mineral desde las explotaciones de la Cuenca Minera hasta San Juan del Puerto. La compañía decidió instalar la dirección del ferrocarril, sus oficinas y los talleres de mantenimiento y reparación de la maquinaria, en Valverde. Fue el revulsivo que proporcionó a los valverdeños el medio para comunicarse con otras poblaciones y la tecnología necesaria para transformar su incipiente artesanía en industria. Y así se forjó la vocación empresarial y emprendedora de la que hacemos gala y fuera nos reconocen.

[8]

Valverde pueblo artesano

de la tierra que más quiero;

saben en el mundo entero

 lo que elaboran tus manos

con la madera y el cuero.

  La llegada de los ingleses propició una floreciente vida laboral, social y festiva. La fusión de estos elementos y la alegría natural valverdeña produjeron a lo largo del siglo XIX un folklore musical rico y peculiar. Además de las seguidillas, se cantan villancicos, coplas de ronda, de carnaval, del rosario, de trilla, cencerradas, habaneras y fandanguillos, conformando un conjunto peculiar.

  El fandango de Valverde, con aroma de pinares mezclado con el de jaras gurumeleras y aire más folklórico que flamenco, se decantaría como la fusión de varios factores comunes a otros estilos del Andévalo y matices autóctonos, que El Gatillo daría personalidad condensándolo en un estilo propio:

[9]

Doblen campanitas mías,

sonidos de eterniá.

Desde que se fue El Gatillo

nadie ha sabio cantá

de Valverde el fandanguillo.

  A pasar del sentido de la letra de este fandango, el estilo de El Gatillo fue asumido y otros valverdeños como Pepe Linares, El Peón o Pichardo siguieron cantándolo, acompañados por guitarristas como Salvador Raimundo, El Niño del Cordobés o Manolito el de la España.  Todos contribuyeron a consolidar el fandango de Valverde, que a mediados del siglo XX se vería reforzado por las entrañables letras de González Mora, pura esencia valverdeña. Luego llegaron Los del Camino, la Peña Flamenca El Gatillo, Valverde Canta por Fandangos

[10]

Cosas tiene mi Valverde

que no se come en La Habana:

tortillas de gurumelos,

alfajores “Las Manzanas”,

 lo mejor del mundo entero.

  En La Habana no se comen gurumelos, pero mientras en Valverde se consolidaba su fandanguillo, allí surgía la habanera, un género musical que llegó hasta nosotros con los soldados que regresaban de Cuba. Muchas veces me he preguntado qué debía pasar en Cuba para que a su regreso tío Azogil, Francisco Arrayás Mariano, Ildefonso Mora Quintero, Manuel Bermejo Ramírez, Antonio Lorca Domínguez, Pedro Sánchez Gorgoño o Antonio Moreno Mojarro –que hicieron allí el servicio militar-, regresaran con las fijaciones que describen esas coplas. He llegado a la conclusión de que la respuesta está en las letras y el título de cada habanera: Feliz vivía, Sobre mi hamaca, Siempre a la aurora, ¡Oh! Preciosa cubana…, Adiós ilusión, Por tus cabellos, Preciosa niña, Eres bella cual la flor, Mi pecho suspira… ¿Es preciso seguir poniendo títulos de las habaneras recogidas en el Cancionero de Valverde del Camino (1949), de Luís Arroyo Valero?

  Valverde del Camino es la única población andaluza que mantiene la tradición habanera. En cualquier otro lugar que busquen, solo encontrarán piezas sueltas, retazos. Aquí es un género vivo que se ha mantenido de forma ininterrumpida, con muchas creaciones propias. A la mente se nos vienen nombres de personas y agrupaciones musicales: el Maestro Lama, Diego Romero Álvarez, Antonio Garrido Gamonoso, la Real Agrupación Artística de Aficionados de Valverde, El Coro de Pulso y Púa “Maestro Lama”, Evocación… Y resuenas en cualquier momento y lugar, habaneras que para nosotros son himnos: Nuestras canciones, Con un pie sobre la sierra…

[11]

Estas bellas canciones

dicen que fueron gran tradición

que nos legaron nuestros mayores

para cantarlas en reunión.

No hubo mayor alegría

para el valverdeño que quiso pasar

horas feliz de algún día

¡Canciones cantad, canciones cantad!

Y si alguna vez, él pena sintió

¡ay! las echaba a un lado

y entonaba esta canción.

…………………….………….

 [12]

Valverde con un pie sobre la sierra,

abre en el liso llano su esperanza,

y alfajores de miel su luz alcanza,

en cobre martillado de su tierra.

Fino telar el eucalipto cierra

con nubes de alforjadas en bonanza,

lágrimas de pinares y mestranza,

que la paz húmeda del huerto encierra.

La rosa de los vientos ha buscado

a tus blancas esquinas su secreto:

andar por los caminos incansado

beber tus lindes y soñar alado,

buscar reposo en el estar inquieto

amar y morir enamorado.

  ¿Y qué me dicen de las coplas de Carnaval? Pocas poblaciones fueron capaces de mantener la fiesta de la libertad durante la dictadura franquista. Valverde sí. La escondió en Los Pinos y las chozas -ahora casas de campo-, repartidas por esas aldeas de nuestro entorno.

[13]

De Raboconejo vengo

de pasar los carnavales,

con Pepe el de la Cigüeña

nieto de Tomás Lagares.

  La historia del Carnaval la recogí íntegramente en Dicen que Valverde tiene…  La copla que sigue, de Pelachingo, es una muestra de que el folclore musical tiene capacidad para retener situaciones que se escapan a los papeles. Se dice en el Inventario de Archivo Municipal de Valverde del Camino: “Corría el año de 1907 y en la noche del 5 de enero, por subida del impuesto de Consumos, se produjo una “sedición” –como se denomina en el Libro de Actas Capitulares de ese año-, un motín de vecinos que, disfrazados en algún caso de mujer, según testimonios presenciales, asaltaron las Casas Capitulares, causando destrozos en las mismas, quemaron parte de su Archivo y agraviaron al Señor Alcalde en su persona y bienes. El Archivo, que sepamos, sólo conserva de este suceso que tanto le afectó una escueta referencia en uno de los Libros de Actas, pero la voz popular lo inmortalizó a través de uno de los personajes más ocurrentes que ha tenido Valverde, “Pelachingo”. Así decía una de sus coplillas para las murgas de 1909” [8]

[14]

Con piedras en los bolsillos / como vaquero por la ribera

venían todas las gentes / por esa calle “Piñuela”

a apedrear el cabildo / de esta noble población.

Valverde de mi alma / me has extrañao

que el día cinco de enero / a tu cabildo han apedreao

En casa el diputado / no quedó un cristal

y en casa de Moya / no digo ná.

La tabla que estaba / puesta en los consumos

ardía como yesca / sin miedo ninguno.

Los libros y archivos / también los quemastes

en la misma puerta / del señor Alcalde.

Valverde de mi Valverde / despide a los alosneros

verás como en tu cabildo / de sobras tienes dinero

porque el pueblo del Alosno, / mirando uno por uno

aquel que no es empleao / es dueño de los consumos

y a ti Valverde de mi alma, / como a un limón te sacan el zumo..[9]

  Y también en Navidad se canta en Valverde. Sobre todo piezas religiosas que los párrocos iban enseñando a sus feligreses de pueblo en pueblo. En muchos se perdieron, pero aquí, aun resuenan en cada Navidad en las Misas del Niño. Y otros villancicos populares. Este me lo cantó Nieves Calero:

[15]

Desde Valverde al Portal

ha llegado un zapatero

y al Niño que está en la cuna

le lleva botos camperos.

  Curiosas eran las enojosas coplas de las cencerradas que, desde Dios sabe cuánto, se cantaban a la puerta de la pareja reñida o de casamenteros cuando alguno, o los dos, eran viudos:

 [16]

Viudo tenía que ser

con el que tú te casaras,

porque lo que es un mocito

nunca te miró a la cara.

  Y en verano, bajo el inclemente sol, se entonaban las coplas de trilla, cantadas desde el centro de la era para avivar el paso de las caballerías o desde el trillo:

[17]

Ya está el trillito en la era,

el viento se lleva el tamo;

yo vengo por la más chica,

que la grande tiene amo.

  Y cualquier noche, después de la “panita”, las sombras se llenaban de sones con esas coplillas de ronda, quizá cantadas junto a una ventana:

[18]

Ya sé que estás en la cama

arropadita y caliente,

y yo por estas esquinas,

dándome diente con diente.

  Y también cantaban en los mozos cuando se “marcaban”, seguramente con angustia pero con ánimo de disimular la desazón de ser quinto:

[19]

A mí me ha tocado el uno

y a mi compañero el dos:

me voy a cagá en Castillita

y la madre que lo parió.

  Este es nuestro folclore, nuestras canciones, las que en conjunto encierran el sentir valverdeño. Forjado con las aportaciones de hombres como Pelachingo, Tomás Vironda, Francisquito Morcillo, Tío José Manuel “El Mellizo”, José María Medina o Ildefonso Valero. Y de mujeres, aquellas valverdeñas que cantaban y bailaban en las chozas:

[20]

La última y no canto más

que está mi novio delante

y no deja de hacerme señas

de que estoy ronca y no cante.

 

[1] Francisco Rodríguez Marín.  Discurso de recepción en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Sevilla, 1905.

[2] LÓPEZ LÓPEZ, 2010. “Dicen que Valverde tiene…” pág.18. Primeros versos de la presentación de la murga “Los Rabinos… Canela” (Los Furrique) en el Carnaval de 1992.

[3] CARRERO CARRERO, 1997. Valverde del Camino y el desarrollo local. El Calzado. Pág.30-31.

[4] RODRIGO CARO, 1634. “Antigüedades y participado de la ilustrísima ciudad de Sevilla y Chorografía de su convento jurídico, o antigua cancillería. Sevilla. 1634.

[5] ARROYO VALERO. Breve Historia de Valverde.

[6] PASCUAL MADOZ.

[7] La gente de Valverde pronuncian la “che” con una gracia y deje peculiar. De ahí el regodeo en la “Che” en esta sevillana que cobra todo su sentido, cuando la cantan voces valverdeñas.

[8] IAMVC. Tomo 1. Pág. 16 y 17.

[9] PELACHINGO. Pág. 30. Esta coplilla la conocen los Hijos de Facanías por su primer verso “Con piedras en los bolsillos”.