MIENTRAS TE CANTO UNA COPLILLA (2)

Tengo amigos asiduos a la Romería de Santa Eulalia. Me invitan cada año, pero no he ido nunca. Una de esas cosas que queda pendiente. Este año podría haber sido. El Grupo Folclórico de Almonaster estuvo el agosto pasado en la V Jornada Folclórica Marocha -¡qué honor por tanta belleza!- y, pensaba ir. Pero no está el horno pa bollos.

A la ermita de Santa Eulalia, sin romería, sí he ido. Como es habitual en todas las ermitas extramuros, es un lugar privilegiado donde la Naturaleza se muestra con todos sus encantos. Aún más por estas fechas, con la primavera en su apogeo. El Zancolí y la Rivera de Santa Eulalia se abrazan a los pies de la ermita. Lo del Odiel, es más bien es un recurso incluido en las letras de sus fandangos para dar realce y situarlo geográficamente, pues está algo más alejado. El conjunto, con vestigios de presencia humana que se remontan al siglo I, por su exuberante vegetación y enclave, resulta muy acogedor.

La ermita es un claro ejemplo de superposición de estilos. Conserva la huella mudéjar y en el interior pinturas murales de época medieval. Desde el exterior, sus singulares formas te atrapan, percibes encanto espiritual.

Según un documento que se conserva en el Archivo Municipal de Almonaster la Real, la festividad de Santa Eulalia se celebra allí, al menos, desde 1606. Una de las romerías más antiguas de España. Van desde todas las aldeas de Almonaster. Hacen el camino, rezan, comen, beben, bailan y cantan fandangos…

Si hay un territorio al que hay que reverenciar al hablar de fandangos, es la provincia de Huelva. Por su variedad, antigüedad y encanto. Con el tiempo se han ido forjando tantos estilos personales -esos en los que la garganta se desgarra- que, aún siendo extremadamente bellos, difuminan su esencia. Son fandangos evolucionados solo interpretados por gargantas privilegiadas. Han sido desposeídos de su raíz folclórica.

Por fortuna hay poblaciones que han sabido mantener el germen tradicional conservando su espíritu folclórico. En estos contados pueblos, los fandangos siguen siendo bailables, cantados en grupo y asequibles a cualquier garganta. Encinasola es uno de ellos; lo conserva, aunque no ha sabido ligarlo -y sigue resistiéndose a hacerlo- a una festividad que lo fije y mantenga. No me explico por qué no se «institucionaliza» y se asocia al que debió de ser su origen: un fandango dedicado a la Virgen de Flores e interpretado formalmente en su festividad, en su ermita, frente a la imagen de la Virgen. Almanaster la Real, de forma natural -y esta es una de sus grandezas-, ha sabido mantenerlos ligado a Santa Eulalia, a las Cruces de Mayo y a sus aldeas. Un fandango asociado a una fiesta es una forma de conservarlo, de enraizarlo.

Las variedades que se dan en Almonaster son bellísimas. Hoy, como musical final, podría ponerte cualquiera de ellas. Hay magníficas grabaciones de estudio, con voces de renombre. Yo prefiero la manifestación musical folclórica ligada al marco natural en el que discurre. Bailadas y cantadas por sus gentes, con sus vestimentas y atavíos. Por eso, he elegido estos dos vídeos. El primero, con los de Santa Eulalia; y el segundo, con los fandangos aldeanos. Recréate con ellos y, si te cansas, lo dejas.

No solo por vecindad, también por cariño, un recuerdo a Ntra. Sra. de la Aliseda, Patrona de Cumbres de San Bartolomé. Su romería también debería celebrarse este fin de semana. Una fiesta presidida por el encanto de la sencillez.