210312_14_Cuaderno de notas. Dicen que me he jubilado…

 

El último día que trabajé fue el pasado uno de septiembre. Hace más de siete meses. Ese día salí del instituto con la satisfacción personal de casi cuarenta años de entrega a la docencia y la placidez de abrir una nueva etapa, que ahora ya sí sé, es grata, reconfortante e incomparable a la laboral.

El pasado miércoles, desde el sosiego de este mullido colchón –ya sabes: autoconfinamiento, cuidados del huerto y jardín, disfrutar de mis nietas, escribir, ahora tengo albañiles en casa… vamos, aburrido- me sorprendió la publicación en el blog del IES Don Bosco y luego en facebook (https://www.facebook.com/IES-Don-Bosco-713557621987743/) de título “Dos pesos pesados del IES DON BOSCO se han jubilado en este comienzo de curso 2020/2021”.

La compañera con la que comparto cartel, Lole, una persona entrañable. Muchos claustros, DEFEIs, ETCPs, consejos escolares… muchas reuniones compartidas como para no tenernos cariño, aunque la afinidad entre ambos se forjara más en la tertulia de la mesa camilla de la cafetería durante los recreos. Siempre admiré su compromiso docente, su rectitud, su amable sonrisa de cada mañana… una compañera ejemplar en cualquier orden. Un honor coincidir con ella en el inicio de este nuevo escenario.

Desde el primer momento entendí la publicación por la frustración que supone a los compañeros, y especialmente al equipo directivo, no haber podido hacernos el tradicional homenaje de despedida a los jubilados, debido a la dichosa pandemia. Lo comprendo pero, tranquilos, todo llegará.

Tras el primer aviso, la mañana siguió y mientras José, el albañil -ya te dije que estoy de obra en casa-, me dice que la última caja de baldosas está rota y tengo que gestionar que traigan otra cuanto antes, y cincuenta cosillas más, el móvil fue cogiendo temperatura: llamadas, whatsapps, facebook… Liado como estaba, no podía atender el móvil y lo puse en silencio.

Pasé el día sin parar y hasta la diez de la noche no vi que la entrada inicial en facebook la habían compartido varias personas, que tenían muchos pulgares apuntando al cielo, corazones y comentarios. Pensé que mucha gente no se había enterado aún de que me había jubilado y que otra, siendo conocedora, me mostraba su cariño. Leo cosas que me emocionan y, por instantes, me desbordan.  

La gente que podría hacerme algún reproche, que la habrá, no ha participado y las que escribieron querían llegarme al corazón y lo consiguieron. Gracias a todos. De manera especial a los alumnos que han escrito.

Cuando se cierra la puerta del aula ellos son los testigos de tu quehacer. Por eso pueden ser tan severos y crueles o dulces y agradecidos. Tantas horas, de tantos días de tantos cursos, no se puede disimular. Eres o no eres. Estás o no estás. Ellos son los que mejor evalúan la práctica del docente. Saben si llevas la materia bien preparada, si eres puntual, si estiras el tiempo de la clase, si sabes llegarles, si les ayudas a sobreponerse en los momentos duros, si mantienes el orden, si te preocupas por sus problemas personales, si les reconoces el esfuerzo, si les enseñas, si les formas, si estas con ellos… 

Te conocen a la perfección: saben cuáles son tus días grises y tormentosos –que los hay- y los dorados y dulces; conocen si llevas la misma ropa del día anterior, tus modales, si tienes la manía de tocarte la oreja, la nariz… Los alumnos sí que saben de los docentes y sus circunstancias, con todo detalle.

Siempre trabajé con dos principios básicos: “Lo efectivo es lo afectivo” y “cultivar el gusto por lo bien hecho”. Por eso mis alumnos saben que, a pesar de haberme emocionado con sus comentarios, de llenarme de pétalos de rosa el corazón, después de ver algunas de las faltas de ortografía que ponen, quedan convocados a un repaso los martes y jueves, de 6 a 7 de la tarde, en el instituto. Y que no falte ninguno, que paso lista.

Me reservo hablar del IES Don Bosco para otra ocasión y de mis compañeros y amigos, especialmente con quienes trabajé tantos años en equipo directivo, departamento y DEFEI. Compartimos decisiones, satisfacciones y algunos sinsabores que he olvidado. Os llevo en el corazón.

Y una última cosa. A quien ha hecho la publicación (y sé quien ha sido), hay algo que no le perdono: para una entrada de este tipo en el blog del centro, no se debe poner una fotografía hecha al final de una comida entre compañeros, porque se corre el riesgo de que te pillen con un botón de la camisa desabrochado. Aunque en su defensa diré que la alegría de mi cara delata la tarde tan buena que compartimos.

Gracias de corazón. A todos. Y a todas: ya sabéis que generalizo.

Seguramente mucha gente no sabe que  mis primeros cuatro cursos como docente fueron en Fregenal de la Sierra, en el mismo instituto en el que antes había sido alumno. Una gozada. Y es por ello que la música que te propongo hoy tiene su sentido. Es Latifundia, una reciente grabación de Acetre con la Orquesta de Extremadura, inspirado en una de las melodías bailadas por los Danzaores de la Virgen de la Salud de Fregenal de la Sierra, que el amigo Juan Andrés Serrano me hizo llegar. Relájate para escucharla.