No sé si por fortuna o no, parece que no hay elecciones a la vista. Y quizá por esta razón, desde la distancia, se visualice mejor el tremendo empeño que los políticos ponen, llegado cada comicios, para conseguir nuestro voto. Los ciudadanos sabemos que, en la mayoría de los casos, ese empeño se desvanece en cuanto se lo das: después pasas a ser un número más, hasta que llegan las elecciones siguientes. Esto queda patente cada vez que se oye decir a un político que con el respaldo que obtuvo en su momento, está legitimado para hacer lo que le venga en ganas durante todo el mandato. Claro está que no es así, se le vota para que haga lo que promete que iba a hacer, no otra cosa.
Quizá convenga aclarar que esto lo digo desde la prudencia y sin generalizar, pues ni todos los políticos, ni todos los partidos, son iguales. Ya sabemos que unos son más iguales que otros.
Pero esto no es nuevo. Siempre se han «comprado» y «vendido» votos. O, al menos, siempre se ha intentado. De mil formas distintas, pero siempre. La coplilla que sigue se cantaba por carnavales en Cortegana, en tiempos de la Segunda República:
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SI QUIERES QUE YO TE VOTE
ME TIENES QUE DAR DIEZ DUROS,
TIERRA PA SEMBRAR MELONES
Y UN CAMPANILLO PA´L BURRO.
Así la oí, pero también me contaron que la versión original era más dura: incluía la palabra «crucifijo», en lugar de «campanillo».
Pues así a bote pronto, no se me ocurre ninguna con respecto a la compra del voto, pero sí una vieja letrilla que también hace referencia a las relaciones sociales que se establec(ían)en al rededor de dicha compra:
Este pandeiro que toco
por moito que repenique
non teñas medo que rache
que é de coiro de cacique
Saúdos e lembranzas
La copla galega tiene bastante más mala baba que la de Corticata.