Qué ilusión volver una generación después a los castillos de arena con fosos, puentes y torres almenadas, a la construcción de muros de contención del mar -¿alguien fue capaz de detener alguna vez las olas?-, a enterrar sus tiernos pies, a buscar conchas o intentar vaciar el mar, cubo a cubo, en un pozo de arena!
La vivacidad de sus ojos ante todo, su sonrisa, su mirada, el jugueteo de correr huyendo de las olas, la seguridad de entrar en el mar cogida de mi mano… Esta niña me rejuvenece. Como cualquier nieta a su abuelo.