Las Correderitas

   De antiguo, el 20 de enero, San Sebastián Caballero, era el inicio de un nuevo ciclo festivo. Por estas fechas los días empiezan a ser más largos y la luz favorece el destierro del enclaustramiento invernal. Dice un refrán popular:

San Antón mete a los viejos en un rincón

y San Sebastián los saca a pasear.

   El 20 de enero se constata en muchos lugares el inicio de rituales como bambas, columpios y mecederos, antesala y preparación del Carnaval. En Encinasola, toman el nombre de Correderitas. Dice un refrán marocho:

Veinte de Enero: San Sebastián Caballero,

que saca las niñas a bailar y luego las mea.

   Éste era el día en el que se iniciaban Las Correderitas, en el que las niñas salían a bailar pero casi siempre llovía, San Sebastián las meaba, que dice el refrán. En plazas, esquinas y ensanches de calles, llegado el atardecer, se daban cita los jóvenes que formando un corro, cogidos de la mano, piel sobre piel, cantaban dulces y tiernas canciones de amor.

  La expresión musical más característica, la primera canción que cantaban todos los mozos y mozas formando la rueda, era ésta:

[90]

A LA CORREDERITA

ME VOY QUE VUELO;

PORQUE ME ESTÁN LLAMANDO

CON EL PAÑUELO.

¡Y ADIÓS, ADIÓS!

[91]

CANTEMOS Y BAILEMOS,

MUCHACHAS MÍAS:

QUE SE NOS VA EL ANTRUEJO

DE LA ALEGRÍA.

¡Y ADIÓS, ADIÓS!

[92]

AMOR MÍO, AMOR MÍO,

VUELVE MAÑANA:

QUE ES MUY LARGA LA AUSENCIA

DE UNA SEMANA.

¡Y ADIÓS, ADIÓS!

[93]

ANDA VETE, QUE ES TARDE,

MORENO MÍO;

DIOS SABE CON LA PENA

QUE TE LO DIGO.

¡Y ADIÓS, ADIÓS!.

  Estas coplillas se cantaban encadenadas en el orden expuesto, revelando así el sentido del ritual y mostrando alusiones concretas a Encinasola: la primera, manifiesta el deseo y la prisa por marchar cuanto antes al lugar de reunión; la segunda, se asoma a la forma alegre de entender Las Correderitas y la relaciona con el carnaval, a través de la palabra “antruejo”; la tercera, muestra el lamento de la mujer por la ausencia de la semana que los hombres permanecían en La Contienda, sin venir al pueblo; y la última, la de la resignación, la pena amorosa. La música de estas coplas es preciosa y su interpretación, lenta y pausada, como corresponde a las canciones de rueda, que se cantan mientras se anda, sin dejar de girar.

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