Al verlo allí, rodeado de importantes autoridades -alcalde de Sevilla, alcaldesa de Encinasola, Parlamentarios, militares del más alto rango…- uno siente un orgullo especial por compartir paisanaje con él. El motivo era mayúsculo, grandioso: la nominación del Parque «Compositor Abel Moreno Gómez». Es especial porque no toda la gente reúne méritos para que un ayuntamiento como el de Sevilla, por unanimidad de todos los grupos políticos -que ya es difícil en los tiempos que corren- nomine un parque con su nombre. Los que lo conocemos, gozamos de su amistad y lo seguimos, sabemos que merece este reconocimiento la reciente Medalla de Andalucía 2025 y muchos más que posee y otros que vendrán.
Y allí estaba él. Empezando a hablar, citando, como siempre, a su pueblo, del que salió con 18 años. Y entonces, con el mayor respeto al acto, sonreí recordando su anécdota de la maleta. En un instante para mí, se condensó todo el trabajo y dedicación desde entonces hasta el momento que presenciaba.
Eran tiempos duros. 18 años y se iba a la Academia Militar de Toledo. Su padre, Maestro de la Banda de Música de Encinasola, para preparar su viaje, fue a casa de Marcos, el pescadero del pueblo, y le encargó que a ver si de las cajas en las que le traían las sardinas, podía sacar algunas tablas para hacerle a su hijo una maleta. Pasados unos días, Marcos llamó a Manuel Moreno Infante, su padre, y le dió las tablas más derechas que pudo juntar. El padre se las llevó a Rodrígo, carpintero y familiar de ellos, que construyó una maleta, con sus bisagras y cerradura, que cumplió sobradamente su función.
Cuando llegó a Toledo puso la maleta encima de su taquilla. Al día siguiente algunos compañeros no dejaban de decir que parecía que olía a algo raro. Abel, hoy, en la tertulia posterior al acto, nos comentaba que no se atrevió a decirlo, pero lo que olía era a las sardinas de Marcos, el pescadero de Encinasola.
Así salió nuestro entrañable paisano de Encinasola, del seno de una humilde, trabajadora y honesta familia marocha con tradición musical, para encumbrar a su pueblo, su gente y que su música se elevara a lo más alto. Su constancia, lucidez e ingenio no conocen límites.
Mis mayores respetos y reconocimiento, Abel. Enhorabuena.
Si alguien quiere detenerse a gozar de su música, le invito a que se relaje y escuche.