Doce años. Cuántas cosas pasan en doce años. ¡Si te contara…! Pero todo se va llevando. Tú sabes que las primaveras y los otoños nos enseñan a amortiguar los latigazos, a sanar heridas, a coleccionar atardeceres, a llorar en silencio, a cultivar sonrisas, a sentir la esencia de una flor, a entregarte a los que quieres, a abrigar el corazón con cariño, a buscar la luz en los oscuros rincones del alma…
Doce años. ¡Cómo pasa el tiempo!
¿Recuerdas el jazmín que me sembraste? Sigo regándolo y él, como tú, ofreciéndome olorosas flores. El otro día me sorprendí hablándole. Tú sabes lo que le dije. Yo creo que las plantas escuchan cuando se les habla con ternura. Como los niños pequeños.
Ahora que soy abuelo -¡Cómo disfrutarías si las vieras!- entiendo la desmedida entrega a tus nietos. Ellos me lo recuerdan. Dicen que de tal palo, tal astilla. Una de tus biznietas simplifica y justifica todo lo que ocurre en una frase: las cosas de la vida. Pues será eso.
Cada día te recuerdo con mayor cariño y admiración, mamá.