La mañana se despereza con parsimonia.
En la Plaza Mayor las mesas de las cafeterías muestran tostadas extremeñas -aceite, tomate y jamón- y humeantes cafés. A un lado, la monumental estatua de Pizarro. Al fondo, arriba, el sol se estrella contra los muros del castillo. En lo más alto de la muralla, desde su camarín, majestuosa, la Virgen de la Victoria preside Trujillo.
Está tierra, Extremadura entera, es tierra de conquistadores. A mí, también me tiene conquistado.