No es sólo respirar nuevos aires, embeberse en el paisaje, admirar arte, degustar viandas del lugar, escuchar otras voces, compartir, conocer formas de vida diferentes o violar la normalidad. No, es todo eso y más.
Creo que es la sexta vez que vengo. Pero ahora, aquí, sentado en esta fuente que corona la pila bautismal de los primeros indios que llegaron a España desde América, a lo pies del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, empapado de historia, arte y sentimiento, mis sentidos están alborotados, abiertos, sedientos de vida. Viajar es rejuvenecer.