Pasan los años y la vida nos va arrebatando a personas. Familiares, compañeros, amigos… Ayer a Juan Antonio, al que hoy dijimos adiós. Los que disfutamos de su amistad deseamos -sabemos que así será- que goce de un descaso en paz.
Ya sé del refugio de la religión y lo de la otra vida. Pero cuesta mucho entenderlo y, más, aceptarlo. Porque lo cierto es que el año que viene en la caseta de feria no estaremos juntos compartiendo las cenas de cada noche. Y no tendré que esperar hasta entonces para sentir su ausencia. Ya la percibo.
Nunca he pensado en la muerte. Hasta ahora, no me ocupa ni me preocupa. Pero sé que estoy en primera línea de fuego. Y no sé…