He estado un mes de vacaciones de redes sociales. Te lo recomiendo. Soy consciente de lo mucho que me he perdido de todo eso que tú escribes, pero a cambio he ganado tiempo: ya sabes, eso que ni se compra ni se vende, una de esas cosas que no se fabrica, que tienes el que tienes y tú decides a qué lo destinas.
Lo he dedicado a la familia, los amigos, leer, a no tener tanta prisa y otras cosas de ese estilo. Y no es que tú -que estás ahí, leyendo ahora lo que yo pongo en mi web y divulgo a través de redes sociales- no me intereses. Claro que me interesas. Y también lo que escribes. Pero es tan difícil seleccionar bien…
Pero hoy -quizá porque la inercia vital me lleva al ritmo que marca el calendario escolar- he llevado a mi nieta al colegio y a la vuelta me he sentado ante el ordenador y me ha salido «163_CUADERNO DE NOTAS…» y he empezado a escribir. Y aquí estoy.
Hace unos días estuve en el concierto de Sabina en La Maestranza, el mejor escenario para un torero. El marco, inmejorable; el concierto, una pasada. Contra todo pronóstico, que lo llama él. Antes de entrar pensaba que se trataba de un simulacro de lo del Cid Campeador. Y quizá, porque su voz, ajada, aunque no eclipsa su espíritu rebelde y su capacidad para levantar a la gente, no da para más. Pero su voz resultó algo secundario. Cuando se lleva escuderos como Mara Barros, el resto de los músicos y a todo el publico que completamente entregado cantaba sus temas, él, estando en primer plano, pasaba a segundo plano. Un concierto de más de dos horas donde el tiempo -eso que te decía que ni se compra ni se vende, que no se fabrica y que tienes el que tienes y tú decides su destino- pasó volando.
¿Tú también fuiste joven? ¿Lo sigues siendo o ahora eres de los que pagas impuestos, tienen pasaporte y comes caliente? ¿Y duermes bien? Con este tema abrió el concierto.