La búsqueda de la Cruz en la que expiró Jesucristo, constituyó una obsesión para los primeros cristianos. Así, a partir del año 326, cuando la encontró Santa Elena, la Iglesia instauró una fiesta litúrgica con el nombre de “Invención de la Santa Cruz”.
La Cruz es símbolo de suplicio y martirio en Semana Santa, y signo de amor y reconciliación cuando, en mayo, se adorna con flores y se le cuelga un simbólico sudario, que representa vida y esperanza.
Las Cruces de Mayo se celebran en muchos pueblos de la provincia de Huelva pero, sin duda, destacan sobre las demás las de Berrocal, Almonaster la Real, Bonares y Alosno. Con el tiempo, cada localidad adoptó formas distintas para su escenificación y festejo: en unos sitios hay dos Cruces -que rivalizan como si de algo, bien alejado de la religiosidad, se tratara-, y entablan sonoros piques que estos días dividen al pueblo (ejemplos claros son La Cruz del Llano y la de la Fuente, en Almonaster, y la Cruz de Arriba y la de Abajo, en Berrocal); en otros como Alosno, colocan cruces en todos los zaguanes de las casas, todo el pueblo es una fiesta; y en Bonares, han establecido doce cruces, cada una en un barrio, y cada año una de ellas es la encargada de organizar la fiesta. En todos los casos, un espléndido espectáculo de luz, colorido y belleza.
Las Cruces son un motivo festivo en el que está presente la religiosidad a través de la Cruz, y también el culto a la Naturaleza, mediante la presencia de plantas, utilizadas para adornar. En general, en todas está presente el romerito, que consiste en la recogida, transporte y ofrenda de romero.
Junto al conjunto festivo, discurren rituales y manifestaciones etnográficas, entre las que no falta el folclore musical, esas coplillas que escoltan la fiesta y, en algunos casos, sus letras muestran su sentido:
[313]
LA CRUZ DONDE DIOS MURIÓ
LOS JUDÍOS LA ENTERRARON,
SANTA ELENA LA ENCONTRÓ
EN EL DÍA TRES DE MAYO.
[314]
EN PRIMAVERA FLORIDA
ADORAMOS A LA CRUZ,
Y LA CUBRIMOS DE FLORES
DE CANCIONES Y DE LUZ.
Esa celebración es una preciosidad. Los que vivimos en otras tierras donde no hay tanto arraigo de esa tradición las admiramos y valoramos en todo lo que tiene de esencia del pueblo.
Son joyas etnográficas, que tenemos el deber de preservar.