Las coplas tradicionales de cuatro versos se asientan principalmente en cuartelas de romance y en seguidillas. La seguidilla castellana tomó forma propia en los patios y corrales sevillanos, dando como resultado la tonadilla o seguidilla sevillana. Luego, a la seguidilla se le añadió un estribillo de tres versos y nació la sevillana tradicional. La primera vez que se nombró la «sevillana» como copla típica fue en el poema «La Quincaida» del Conde de Noroña, en 1799. Paralelamente aparece y se desarrolla la sevillana de cuarteta. A lo largo del siglo XIX, la sevillana se consagró como la música más popular de Sevilla y su entorno, favorecida por el escenario que le propició el nacimiento de la Feria de Sevilla (1847). La sevillana, aunque no se considera un palo del flamenco, se desarrolló en ambientes similares.
Ya en el siglo XX, a finales de la década de los cincuenta, los Hermanos Toronjo, de Alosno, grabaron varias sevillanas entre las que se encuentran las denominadas «sevillanas bíblicas». Los Hermanos Toronjo grabaron los temas tal como se cantaban en Alosno y su entorno, sin modificar el género. Siguiendo su estela aparecieron Los Hermanos Reyes, luego Los Marismeños, Los Romeros de la Puebla, Amigos de Gines… que transformaron y revolucionaron el mundo de las sevillanas.
La letra que sigue es de una sevillana catalogada en el siglo XVIII:
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¡VIVA SEVILLA!
LLEVAN LAS SEVILLANAS
EN LA MANTILLA
UN LETRERO QUE DICE
¡VIVA SEVILLA!
¡VIVA TRIANA!
VIVA LOS TRIANEROS, LOS DE TRIANA,
VIVA LOS SEVILLANOS Y SEVILLANAS.