En la penumbra de este otoño gris, asoman, deslumbrantes, destellos multicolores que anuncian cantos de amor, renuevos, brotes de vida. Y, arrolladores, despejan las tinieblas del alma y azuzan al corazón asomándose al fértil regazo de la esperanza.
La miro y la veo incómoda, fatigada por las dificultades para encontrar el centro de gravedad que su cuerpo, a estas alturas, cambia de día en día. Pero feliz, risueña, dichosa, radiante, disfrutando cada instante en esta plácida dilación, en la que aguarda con paciente impaciencia dar vida.
Y yo, me siento afortunado. Sobrecogido de tanta felicidad.