De niño, me gustaba sentarme en la pared del corral de mi casa y verles avanzar devorando el trigal. Llegaban una mañana cualquiera, temprano, con la blanda, y empezaban por la parte baja del cercado. La cuadrilla -manigero al frente- la formaban cuatro o cinco hombres todos ataviados con su peculiar equipo de trabajo: dediles y manijas en las manos, manguitos en los brazos, mandil en el pecho y zahones en las piernas, todo de cuero. Y la hoz, claro. Y sombrero. Pasaban calor. Sudaban. Bebían mucha agua. Ellas, sabedoras del calor del infierno, se lamentaban:
ESTOY SENTADA A LA SOMBRA
Y NO PARO DE SUDAR;
COMO ESTARÁN MIS AMORES,
QUE SE FUERON A SEGAR.
Salvo cuando se sentaban a tomar algo a media mañana, apenas conversaban: el trabajo les podía. No cantaban. La siega no era labor que permitiera respiro: la posición, el trabajo a desarrollar y el calor, no daban tregua.
Iban apilando las mies por cargas. Una carga estaba formada por nueve haces; un haz por seis gavillas; una gavilla por seis u ocho manojos, según fuera de trigo o cebada; y un manojo o llave, era la cantidad que el segador abarcaba en su mano. Al atardecer, el cercado quedaba segado y las cargas alineadas, con orden. Días después, en cangallas que portaban bestias, las llevaban a la era.
Ya no se siega con hoz, a mano. Casi ni se siembra, ¿cómo se va a segar? El campo se dedica a pasto para alimentar el ganado. Y especialmente a los caballos, para mantenerlos bien y lucirlos en las romerías. Otros tiempos.
A mi recuerdo se asoma la hermosa música de Los segaores, de Jarcha. ¡Qué hermosura!.
¡Qué gran artículo, Tomas! A la riqueza de vocabulario unes la sabiduría que da el que sabe de lo que va la cosa; el que la ha vivido a las puertas de su casa y tengo mis dudas si también alguna vez hubo por medio más de una faena compartida.
Precioso articulo …!.Ya haría dias por estas fechas que en los campos de El Andévalo y La Sierra estarían las cuadrillas de «segaores » haciendo su labor .Los mas afortunados ;»los «parejeros » ,que serían como los autónomos de ahora ,segando su «piojá» ,del que tendrían que dar una parte al terrateniente de turno .Los más humildes -y que no disponian de una pareja de bestias para en tiempo de la gañania haber sembrado el «piojá» en los campos comunales del pueblo ó en el de algún terrateniente -irian a jornal con algún pariente ó amigo que hubiera sembrado ó con algún gran propietario .También venían las cuadrillas de segaores jornaleros portugueses y extremeños .Eran otros tiempos y otra forma de vida ;más dura ,por supuesto ,pero también más autentica .Vayan estas palabras en memoria de mi abuelo Lorenzo ,trabajador infatigable y formidable segador ;el mejor del pueblo en esa época según comentarios ;y al que hasta sus setenta y tantos años vi labrar con una pareja de mulos con esa destreza ,facilidad y oficio qué sólo dan la mucha experiencia y el amor al trabajo y a la tierra
Gracias, Pepe.
Nunca segué, pero viví todas las faenas del campo de cerca.
Gracias Juan Rodríguez.
Una aportación muy interesante. Así era la vida antes. En el Andevalo, también.
Por entonces la brecha entre los ricos y los pobres, entre los que lo tenían todo y los que solo tenían lo que ganaban con el sudor, era mucho mayor. Pero había mucha gente como tu abuelo que cultivaba el gusto por lo bien hecho, algo tan simple y ejemplar.