El año pasado por estas fechas -entorno a la festividad de San Juan- publiqué el artículo “A guardar el gabán, que llega San Juan”. Recogía rituales ancestrales relacionados con la vegetación, el agua y el fuego, y coplillas, fiestas y, desde luego, refranes, como el título apunta. Un año después, desde dos semanas antes de San Juan, nos derretimos de calor y ya casi no recordamos cuando guardamos el gabán.
Soy consciente de que no tenemos las mismas condiciones en el norte que en el sur, que una semana de calor o de frío aparece cuando menos se espera y que de siempre la atmósfera se ha comportado con arbitrariedad, capricho y descaro. Pero, como quiera que sea, algo está cambiando. Algo estamos haciendo mal para que la Naturaleza nos responda de esta manera. Y así, claro está, hasta los refranes quedan desfasados.
El refrán es una sentencia o dicho popular, que enseña o aconseja algo. La sabiduría de la experiencia. Por eso
Cien refranes, cien verdades.
Cuando no sepas que hacer, un refrán lo puede resolver.
Para todo mal, un refrán; para todo bien, también.
Y se podría seguir mostrando refranes que se elogian a sí mismo. Pero frente a estos, aparecen otros, seguramente envueltos por la misma sabiduría:
El que de refranes se fía, no llega bien al mediodía.
Refranes y consejos, pocos y lejos.
Refrán antiguo, mentira vieja.
Esta dicotomía, no necesariamente hay que considerarla contradictoria. Y es lógico porque
Refranes y sustos, hay para todos los gustos.
Yo me fío de la experiencia popular, de la memoria colectiva, aunque en estos tiempos esté degenerando a formas que producen cierto reparo y desconfianza. Quizá esta evolución exigiera una actualización del refranero. No cambiarlos -que lo hecho, hecho está y en su momento verdad encerraba, que decía uno que “La gracia que tiene cada refrán es decirlo en el momento y en el lugar donde van”-, sino crear refranes nuevos que se acerquen a la realidad actual. No sé, quizá alguno así:
Castigad al planeta, que el desierto os acecha.
Quien de Trump se fie, del cambio climático se ríe.
Estos dos no son del pueblo, sino míos, que con trabajo pude hilvanar para mostrar un ejemplo. Me costo. Pensé en otros temas y, en un folio, anoté algunas palabras asonantes que me inspiraran: corrupción, financiación, trincón, comisión, prisión, ladrón, cabrón… Pero es muy difícil. Estaba espeso y no se me ocurrió nada.