Fieles a la cita, han acudido en pleno apogeo. Con sus presumidos y galantes ramilletes, siempre vienen con la Primavera. Durante el resto del año parecen estar olvidados, deslucidos, como dejados a su suerte, compartiendo y compitiendo el espacio con el pie de una buganvilla. Pero los cuido, no te quepa duda.
No sé los años que llevan ahí. Hago cuentas y no estoy seguro si son veinte o veintiuno. Los trajo de Encinasola y los sembró. Me dijo que no sólo era lo bonito de sus flores, sino su olor. Y huelen… ¡Ay! Cómo huelen. A mí me huelen a ella, a mi madre.
Va por ti, mamá.