En estos tiempos, con la situación que tenemos encima, no es fácil escribir. Mucho que decir, pero difícil que ayude a levantar el ánimo. Y aquí estoy, dudando entre darte una bofetada de realidad o abrigarte el corazón invitándote a bailar mientras comemos unos buñuelos.
Estamos saturados de augurios negros y, quiero pensar, que tú también prefieres buñuelos.
Mañana el baile en mi choza / mi madre va a hacer buñuelos,
eso dicen las muchachas / del Guijo y Raboconejo.
Es receta antigua. Solo hay que ver sus ingredientes -los básicos son harina, agua, leche y huevo- para situarlos en la cocina mediterránea. Catón el Viejo -un romano del siglo II- incluía una receta de buñuelos en su libro De Agri Cultura, en la que también añadía queso y proponía untarlos con miel y semillas de amapola para servirlos.
Los que hacen en Caballón -es decir, al estilo tradicional de Valverde del Camino- son peculiares. No son redondos, de viento, sino aplanados cual tortilla aunque se cuelen algunas burbujas de aire.
De antiguo, como dice la seguidilla, las madres o las abuelas hacían los buñuelos para animar el estómago durante los bailes de las chozas que hacían en el Guijo, Raboconejo, Caballón, Candón, o cualquiera de las aldeas que fundaron y ocuparon aquellos intrépidos valverdeños en los Baldíos de Niebla. O en la encalada choza de la Marta, que reza la copla
En la choza de la Marta / se canta y se baila bien
pero hay que tener cuidado / con no esconchá la paré.
Los hombres andaban toda la semana dispersos por cualquier rincón de los Baldíos afanados en las labores agrícolas y ganaderas, pero, el domingo, tocaba baile. Acudían como abejas a la flor. Daba igual en qué choza. El baile, era el único entretenimiento, el que propiciaba el encuentro para que funcionara la fragua de Cupido.
Yo no tengo mis amores / ni en Candón ni en la Peñuela;
los tengo en Raboconejo / en una cara morena.
La seguidilla castellana visitó Sevilla, se aclimató, la invitaron a quedarse y la hicieron suya. Así surgieron esas sevillanas antiguas, bailables, que se fueron extendiendo por toda la tierra llana del reino a través de los intercambios comerciales, fiestas, ferias, romerías… Y así llegaron a estos lugares perdidos de los Baldíos de Niebla y Valverde, donde siempre habitó la alegría, el amor y el gusto musical.
De todas las mujeres / que están presentes
la que a mí más me gusta / la tengo enfrente.
Me he equivocao; / la que a mi más me gusta / la tengo al lao.
—
Míralá cara a cara, / mírala tonto:
tú te mueres por ella / y ella por otro.
¡Cuánto te quiero! / Poquito por si acaso / me olvidas luego.
—
Con la luz del cigarro / voy a tu choza;
se me apagó el cigarro / perdí la trocha.
—
Quiéreme que tengo cabras / y también tengo cochinos
y en la Fuente de la Corcha / tengo colmenas y olivos.
Cuando investigaba para el libro A compás de palmas (Sevillanas tradicionales de Valverde del Camino), la gente mayor me cantaron muchas de estas sevillanas, pero ahora no tengo a manos las grabaciones. Otro día te las pongo. Hoy, te dejo con esta sevillana suelta, despicada, una pincelada que el maestro Manuel Pareja Obregón dedicó a Los baldíos. Sujétate los pies, no salgan a bailar.