Podría desgranar su árbol genealógico materno hasta cinco generaciones atrás. La primera -era una gata- llegó a principios de los noventas de Encinasola. Desde entonces, todos han ido pasando, dóciles, serviciales y envueltos en cierta familiaridad por el entorno de casa. Ahora, esta pareja -son idénticos, no soy capaz de distinguir uno de otro- pasan los días en la tranquilidad que les permite el juego de las niñas.
Ayer parecía que posaban y no me pude resistir.
Hoy no tuve mucho que pensar para elegir el tema musical. Vino de golpe ¿Oíste hablar alguna vez de un gato azul y triste?