Vivir en la raya, marca. La limitación que supone una frontera y el peso de la historia se graba a fuego en el alma de los que viven a su alrededor. Los gobernantes creen que líneas con puntos y rayas trazadas sobre un sufrido plano, separa a las personas que viven a uno y otro lado; pero no es así. Compartir entorno, condiciones naturales y prácticas económicas teje lazos invisibles, que nadie puede cortar. Y así surge el contrabando de subsistencia: una forma de desafiar y contrarrestar fronteras, y paliar la necesidad.
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LO QUE VENDÍ, LO COMPRÉ.
SEÑOR JUEZ: NO MATÉ A NADIE,
TO EL DINERO QUE GANÉ
SE LO ENTREGUÉ A MI MUJER
PA QUE SE COMPRARA UN TRAJE.
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YO SOY UN POBRE ARRIERITO
QUE A NADIE HE QUITAO NÁ,
LO QUE YO VENGO VENDIENDO
LO TRAJE DE PORTUGAL,
SEÑOR JUEZ, YO NO LE MIENTO.
En ocasiones el contrabando era individual, a pie o con bestias:
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SALTÓ MI CABALLO AL AGUA
AL ESCUCHAR LOS DISPAROS,
NO ME PUDIERON CAZAR,
UN CABALLO ES MI CABALLO
Y NO UN CABALLITO MÁS.
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EL DÍA QUE MURIÓ MI JACA,
LA ENTERRÉ Y BESÉ LA TIERRA
Y ME DESPEDÍ LLORANDO,
DE AQUELLA QUE FUE EN LA SIERRA
LA PERLA DEL CONTRABANDO.
En Encinasola se unían cuadrillas de hombres, que llamaban «cuerdas»:
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CUANDO ASOMAN LAS CUERDAS
POR LA CONTIENDA,
LOS CONEJOS SE ESCONDEN
LAS LIEBRES TIEMBLAN.
Del contrabando hay muchos episodios negros, pero también de consentimiento, colaboración y armonía:
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DICEN LOS GUARDIAS CIVILES:
POR DETRÁS DE LA CASETA
PASEN LOS CONTRABANDISTAS
Y DEJEN LAS DOS PESETAS.