No creo en el espíritu navideño. Creo en las personas y en los momentos que ellas proporcionan. Y reconozco en la navidad su función facilitadora, su capacidad para proporcionar momentos y encuentros, especialmente entre familiares y amigos, equiparable al verano, las vacaciones u ocasiones similares.
Pero este año, esta navidad, para mí, ha sido buena; me ha permitido compartir momentos con personas a las que quiero mucho y por las que merece la pena cualquier cosa. Han ido transcurriendo entre alegrías, momentos íntimos, confidencias inconfesables, complicidades, chiribitas en los ojos de Carmen y José Luís… De fondo, buenas viandas, el son brillante de las copas al brindar, los olores del campo, los sonidos del ámbito rural, el calor de la lumbre, jirones de música tradicional al compás de la zambomba, la media lengua de los más pequeños… ¡Qué maravilla!.
Estos han sido mis regalos de Papá Noel. Y aún faltan Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente que, como creo haber sido bueno, quizá me traigan un poco de ilusión, cariño, felicidad y sosiego, en inmejorable compañía.
En otros tiempos, la necesidad apretaba y Sus Majestades traían otras cosas; se cantaba:
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YA VIENEN LOS REYES
POR LA ALCANTARILLA
Y AL NIÑO LE TRAEN
CHORIZO Y MORCILLA.
Tristemente, en pleno 2016, esta coplilla sigue teniendo vigencia: también ahora hay carencias básicas en muchas casas. No aprendemos.