En los primeros siglos de nuestra era las fiestas del cristianismo no estaban estructuradas en su totalidad. Los pueblos del sur de Europa andaban sumidos en un paganismo complejo donde, a los cultos locales, se superpusieron los impuestos por el imperio romano. Así, el ciclo festivo navideño no se perfiló en la cristiandad hasta el siglo VII y en España, dada la ocupación musulmana, se fue instaurando progresivamente a medida que avanzaba la Reconquista. En las poblaciones del sur de la península estas celebraciones empezaron a tomar cuerpo en el siglo XV mediante actos religiosos dirigidos por la Iglesia, que con el paso del tiempo han evolucionaron hacia rituales y tradiciones con diversidad de formas.
Desde una óptica religiosa el ciclo festivo navideño lo componen la Nochebuena, Año Nuevo y Reyes Magos que se corresponden respectivamente con el Nacimiento de Jesús, la Circuncisión y la Epifanía. La Epifanía conmemora la adoración de los Reyes Magos a Jesús y su aparición y manifestación al mundo.
La historia de los Reyes Magos nace en la Biblia, en el Evangelio según San Mateo (cap. II, vers.1-12) que narra cómo unos “magos”, guiados por “una luminosa estrella”, llegaron a Belén a ofrecer al “Mesías” sus presentes, –oro, incienso y mirra-, regresando después a sus países de origen burlando al infanticida Herodes. San Mateo no ofrece detalles de su origen ni de que fueran reyes, ni tampoco sobre el número de magos participantes en la adoración, que después se ha interpretado como tres por igualarlos con el número de presentes ofrecidos. Un villancico popular de Castilla dice:
Oro trae Melchor, / incienso Gaspar
y olorosa mirra / le trae Baltasar.
A partir de la versión oficial que de los Reyes Magos ha hecho la Iglesia Católica se ha ido creando una leyenda popular mucho más rica, en la que la imaginación ha añadido el resto. Así, en el siglo III se les atribuye la condición de reyes y en el siglo V el Papa León I el Magno, fija su número en tres asignándoles la representación de las partes del mundo y razas conocidas hasta entonces: Melchor (Europa), Gaspar (Asia), y Baltasar (África).
Esta evolución popular de los Reyes Magos se ha visto también alimentada con numerosas manifestaciones artísticas que han contribuido a perfilar la visión actual. Entre los pintores que han dedicado cuadros a “La Adoración” están Giotto de Bondone, Leonardo Da Vinci, Weyden, Bosch, Luca di Tommè, El Bosco, Velázquez o Goya.
Con el tiempo, en España y en otros países de tradición cristiana, se adoptó la costumbre de celebrar al mismo tiempo el día de la Epifanía y la festividad de los Reyes Magos.
En España era costumbre de antiguo poner regalos a los niños, y por extensión a los mayores, la noche del día 5 de enero. Los regalos solían dejarse en el balcón sobre unos zapatos previamente colocados. Bien lo describía Juan Ramón en Platero y yo: “… y mañana, cuando ya tarde, los deslumbre el cielo azul por los postigos, subirán, a medio vestir, al balcón, y serán dueños de todo el tesoro.”
Con todo ello la población levantina de Alcoy, el 5 de enero de 1885, celebró la primera cabalgata de Reyes Magos de España, costumbre que se ha extendido por todos los pueblos y ciudades. En la provincia de Huelva es muy significativa la de Higuera de la Sierra, cuyo inicio, en 1918, coincidió con la de Sevilla.
Y yo, ahora, pienso en mis nietas que llevan ya una buena temporada mesurando sus benévolas travesuras, evitando enojar a esos mágicos seres dueños del reino de los juguetes y del carbón. Las intuyo la noche del cinco de enero, la de la ilusión, desveladas, pendientes de cualquier ruido, impacientes porque acabe la noche…
A veces me preguntan «¿Estoy siendo buena, abuelo?» Los mayores hacemos balance con el cambio de año; los niños, la noche de los Reyes Magos. Que sean generosos.
Un acontecimiento de esta dimensión no podía escapar al romancero, ni este a Joaquín Díaz: Romance de los Reyes Magos.