Fue hace un par de domingos. Pasaron delante de mi casa costal en la cabeza, morcilla al cuello, faja en cintura y una música tenue de fondo, solemne e intima, que envolvía el marco. Sobre el paso desnudo, cinco vigas de hormigón de dos metros de largo, para forjar los hombros y entrenar el espíritu. Tenacidad, empeño, arrestos, temple, pasión, fe… Cerré los ojos y olí a cera.
Y recordé la magia que rodeó el primer año que salieron…