43_210907 Cuaderno de notas. Esperando el otoño.

Mientras ando con miedo a tener un calambre en una pierna, no vaya a ser que aparezca alguna empresa eléctrica con una factura de no se sabe cuánto, percibo que algo está cambiando. Estos días de sol, agua y paseos al atardecer, también terminan. En el horizonte aparece un nuevo ciclo. El tránsito al otoño.

Y lo primero que llega son las diez mil vírgenes de septiembre. Entre ellas Roca-Amador, Flores de Álora, Reposo… Marochos, Perotes y Valverdeños sentirán pasar un año más sin verlas procesionar por sus calles. Pero la fe, esa red invisible de creencias que el pueblo condensa y vuelca en sus vírgenes, seguirá viva. 

Virgen de Roca-Amador. Encinasola. Fotografía: Tomás López.

Cantaba El Garrocho:

Tienen todos los marochos

repartido el corazón

entre su virgen de Flores

y la de Roca-Amador.

Todos los marochos tienen

dividido su fervor.

La gente de Encinasola, aunque sin fiestas, la tiene en su parroquia desde los primeros días de agosto hasta los últimos de septiembre. Y allí acudimos a su encuentro.

Virgen de Flores. Álora. Fotografía: Pedro Pérez Muñoz.

En Álora, a su Virgen de Flores, le cantan:

Para Patrona bendita, 

la de mi pueblo, señores: 

es morena y chiquitita

se llama Virgen de Flores 

y es pa mí la más bonita.

Allí la veneran los perotes desde hace 519 años, cuando llegó su imagen desde Sevilla en 1502, con el título de Flores a propuesta de los marochos que participaron en la conquista de Álora (1484) y en la construcción de la ermita que, por expreso deseo de la reina Isabel, se construyó en el lugar donde se celebró la primera misa tras la victoria. Perotes y marochos quedaron unidos, para siempre, por sangre y fe.

Y desde los tiempos del Gatillo, considerado emblema y crisol del Fandango de Valverde, se canta:

Virgen del Reposo. Valverde del Camino. Fotografía: Tomás López.

Le dijo un día el Gatillo 

a Pelachingo el poeta

hazme una letra con gozo

pa cantarle un fandanguillo

a mi virgen del Reposo.

Ella no necesita romería. No hay que traerla ni llevarla porque su casa es el templo parroquial de la localidad, donde permanece todo el año. En su día, el más grande de Valverde, la Reposita procesiona cada año por un sector de la población por el que no vuelve a pasar hasta doce o catorce años después. Una inenarrable fiesta de barrio donde el vecindario se vuelca con Ella y los valverdeños gozan de su procesión. 

Y este año, tampoco toca. Pero ahí están, todas en una: Roca-Amador, Flores, Reposo… Blancas, negras, indias…