Día 5. 18/03/20. Miércoles.
Ayer, en este diario, tuve un comentario de Fermín Adame, amigo y paisano, en el que me hablaba de sus condiciones de confinamiento: un magnífico huerto –espacioso y bien atendido- y los nietos en casa. Eres un afortunado, Fermín. En general, los que vivimos en zonas rurales, durante esta malvada situación que nos asola, somos afortunados. Tenemos casas con largos pasillos, patios, macetas que cuidar, el pequeño huerto… Podemos movernos, hacer los pasos de esa dichosa aplicación -que para controlar incluso la hora que vamos a mear nos han colocado, y nosotros, como ovejas, consentimos, que bien podían ponerle algo así a cada virus y controlar por donde andan-, oír los pájaros, sentir el viento en la cara… Los de la ciudad –entre cuatro paredes, con espacios de 90 m2 y dos ventanas a la calle o al patio-, deben estar pasándolo mal. Todos lo sufrimos, pero ellos, más: los niños, que ya estarán subiéndose por las paredes; los jóvenes, encerrados en su cuarto, en época de amoríos, separados de sus parejas -lo sobrellevan, todavía, gracias a internet-; los menos mayores, resignados, haciendo de mediadores y facilitadores de todos los demás; y los mayores, que perciben que el virus, cuando los visita a ellos, lleva la guadaña.
A estas alturas deberíamos haber establecido una serie de rutinas que nos ayuden a saber qué tenemos que hacer en cada momento. Mantener horarios, asearse, buena higiene, adecuada alimentación, vestirnos bien -arreglá pero informal, que diría Martirio- nos ayudará. Creo que fue ayer que me llegó un twitter que decía “¡Qué ilusión! Estoy dudando en qué ponerme para ir a tirar la basura!”.
Ayer llovió un poquito –apenas nada para lo que se necesita-, y el huerto que tengo en casa, muchísimo más pequeño que el de Fermín, lo agradeció. Las matas de patatas, habas, ajos y cebollas se han venido arriba: más vale un riego del cielo, que mil del suelo, que dice el refrán.
En cambio los frutales, con el viento, han perdido muchas flores. El ciruelo y especialmente los naranjos, que reventaban de azahar, tienen el suelo cubierto por un hermoso manto blanco. Aún faltan unos días para La Encarnación, 25 de marzo -nunca olvido esa fecha-, pero este tiempo está tan despistado que algunos frutales se han adelantado y, ya saben: arbolito, arbolito cargado de flor, líbrate de los vientos de La Encarnación.
El refranero es sabio. Estas muestras, son de evidente aplicación para la ocasión:
La alegría es gran medicina, pero no se vende en la botica.
¿De qué te sirven tus bienes, si salud no tienes?
Todo se pega, menos la salud y la belleza.
La buena lectura, distrae, enseña y cura.
No quiero cansar, que hay muchos, pero, antes de los datos, termino con otro refrán: El mal corre al entrar y, para salir, se suele parar.
Y así es, éstas son las cifras de hoy: 13.910 diagnosticados; 616 personas muertas; 1081 pacientes dados de alta. Espeluznantes. Se hiela el corazón.