CALLES VACÍAS, CHIMENEAS HUMEANTES (y VII)

EL ESPÍRITU CARNAVALESCO (I)

EL CARNAVAL EN HUELVA Y SU PROVINCIA (II)

EL CARNAVAL EN VALVERDE EN EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX. PELACHINGO (III)

EL FOLCLORE MUSICAL DEL CARNAVAL MAROCHO (IV)

VALVERDE: EL CARNAVAL EN EL CAMPO (V)

EL CARNAVAL MODERNO DE VALVERDE EN IMÁGENES (1984-2010) (VI)

CALLES VACÍAS, CHIMENEAS HUMEANTES (y VII)

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 Las calles de Valverde están vacías. Las tiendas y bares, cerrados. En la Plaza de Abastos solo hay cuatro puestos abiertos, aunque para entrar en el aparcamiento de Mercadona hay que hacer cola: la mayoría de la gente es de fuera, de los pueblos limítrofes que vienen a hacer la compra del sábado. La gente de Valverde está en el campo.

  Es un día gris, lluvioso. Las chimeneas de las casas de campo humean y en sus alrededores se huele a carne asada y a dulces de Carnaval. En cada casa, hay una reunión familiar o de amigos.

  Un viernes de carnaval de hace 14 años, di un paseo por Valverde, similar al de hoy, pero encontré a tres hombres mayores, hilvanamos y me hablaban así del Carnaval.

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Del libro «Dicen que Valverde tiene…» (2010)

Viernes (siguiente al Miércoles de Ceniza), 7 de marzo de 2003.  10,30 de la mañana.

  El centro de Valverde presenta una estampa poco habitual. La plaza, a diario poblada por gente que va y viene, hombres desocupados sentados en los bancos o mujeres camino del mercado, está desierta. Hay aparcamientos libres, bancos y cajas de ahorro sin gente en la cola, tiendas cerradas, nadie que venda cupones en cada esquina… El Roa Roa, único bar que permanece abierto, es el cobijo de los pocos que quedan. En el resto del pueblo la situación es similar: calles vacías, negocios cerrados, fábricas paradas y, por cualquier calle,  es difícil encontrar abierta la puerta de una casa.

  En el Parque Huerta Arturo, junto al quiosco que está frente al garaje del Manani, tres hombres mayores toman el sol.

-Esto antes no era así- les digo.

Antes de la guerra, –me dice uno-, los carnavales duraban tres días: domingo, lunes y martes; el Miércoles de Ceniza todo el mundo a trabajar.

-¿Y el Carnaval empezaba así, de pronto…?

-No, desde mucho antes se iban preparando las murgas, “los bobos” y el Jueves de Comadres se hacía baile en “La Goya”.

-Vamos por partes ¿qué es eso de “los bobos”?

-Es que aquí a los disfraces les decimos “bobos”. Cuando una reunión iba disfrazada a visitar otra casa, en la puerta se paraban y preguntaban “¿se admiten bobos?” y luego entraban.

-¿Y de que se vestían?

-De cualquier cosa, pero sobre todo los hombres de mujeres y las mujeres de hombres.

 La conversación transcurre en un tono amable y desenfadado. La gente mayor, cuando se pierde en sus recuerdos, ríe, habla con silencios y se iluminan sus ojos con un brillo especial.

 -¿Y lo del “Jueves de Comadres”?[1]

-El jueves anterior al Carnaval las mujeres vestían a todos los niños de compadre y a las niñas de comadre.

-¿Y hacían bailes?

-Sí, eso era lo mejor. Había bailes en La Goya y en el casino “El Recreo”.

-¿Y en los bailes había mucha luz? -les pregunto picaronamente.

-Tú lo que eres es un cachondo… –y ríen todos y surge un río de coplillas relacionadas con aquellos bailes:

 Mi novio en un baile,

me lo pedía;

y si no se lo daba,

me lo cogía.

 —

Para que van al baile

tantos mirones,

si bailan las chiquillas,

por falta de hombres.

Seguimos hablando. Percibo como si uno de ellos se hubiera trasladado en el tiempo y sintiera el roce del cuerpo de la joven con la que baila, seguro envuelta en el rubor.

-¿Y qué hacía la gente esos tres días?

-Había murgas que cantaban en el teatro y toda la gente iba de “bobo”.

Las murgas también iban a otros pueblos: Zalamea, El Campillo, Riotinto…-dice otro.

-¿Y que cantaban?

Pues las coplas de Pelachingo y las que hacían las murgas. Hay un libro con las coplas de Pelachingo de cuando le pusieron la plaza y le hicieron un homenaje popular. Yo lo tengo “tó arrugao” de tanto leerlo. –se refiere al libro, pero otro aprovecha para bromear con lo de “yo lo tengo tó arrugao”.

Me cuentan una de las innumerables anécdotas de Pelachingo:

-Era cerca del Carnaval y uno de los jefes ingleses del ferrocarril, con media lengua, le preguntó a Pelachingo: ¿Donde va a pasar usted este año “las carnavales”? ¿En “rabo de la coneja” o en el “fuente del corcho”?”. A lo que el Pela le contestó: “No señor, este año voy a pasarla en “nabo hermoso”.[2]

 Todos reímos. Los Hijos de Facanías siempre ríen cuando se nombra a Pelachingo. Se iluminan sus ojos, aparece la sonrisa y se suceden un sinfín de anécdotas fruto del ingenio, ocurrencia y perspicacia  de este personaje querido y admirado por todos. Aunque ya hace casi cuarenta años que se fue, su recuerdo perdura entre sus paisanos en un tono siempre alegre y desenfadado.

Me cantan algunas coplas populares, “de las que se cantan en todas partes” me dice uno cuando insisto para que me dé más información.

Estos carnavalitos

son pa nosotros,

los del año que viene

serán pa otros.

 —

Carnavales, carnavales,

cuanto tardáis en venir

para ver a los borrachos

de las tabernas salir.

-¿Nada más que en Carnaval encontraban novio las mujeres? –les pregunto.

No, hombre –me responden- pero se cantaba eso. Las mujeres por Carnaval salían todas y era una ocasión para encontrar novio.

 Me cantan otra:

 Ya vienen los carnavales

y los novios se mosquean

por no tener dos reales

pa gastárselos con ellas.

 Y yo recuerdo esta sevillana que me cantó María Recio con un estribillo difícil de acomodar:

Ya vienen los carnavales

y los novios se disgustan

porque no tiene ninguno

dos reales de recurta.

 

Anda que te quiero más

que un dolor a media noche

y la botica cerrá,

y el boticario en la cama

sin quererse levantar.

 – Pero en Valverde se hacían muchas fiestas y bailes todo el año. Además, aquí las mujeres han sido siempre muy atrevidas, casi igual que los hombres. En las murgas había algunas mujeres.

Uno hace alusión a esta copla de Pelachingo:

Una niña que en la murga

solicitó de salir

y un instrumento

quiso elegir.

Iba de noche al ensayo

y allí declaró:

tocar el bombo sería mi ilusión.

Tanta afición llegó a tomar

que no faltó nunca a ensayar

y le oí decir al director

que con la mano en la maza

una noche la encontró.[3]

A ésta sigue otra de Pelachingo del mismo corte:

Pidió una niña a un murguista

un traje este Carnaval

y el murguista complacido

se lo fue a facilitar.

Fueron los dos a su casa

y para el traje encontrar

tuvieron que registrar

cajones diez, y un arca más.

Registró en un comodín

y no estaba allí

un ropero registró

tampoco lo halló

y a fuerza de registrar

en un cajón viejo

por fin lo encontró

y no le pudo servir

de arrugao que lo sacó.[4]

  Percibo que, salvo excepciones, las coplas que cantaban los Hijos de Facanías eran anuales y tenían fecha de caducidad: el Carnaval; luego, a preparar otras para el año siguiente. Si algunas hubo que se cantaran todos los años, quedaron en el olvido eclipsadas por el ingenio de Pelachingo.

Bueno, algunas sí había, porque cuando se iba al campo se cantaba de todo -dice uno. Me hablan de una de Pelachingo sobre “los apellidos”, pero no terminan de ponerla en pie. Se referían a ésta:

De los apellidos

nada les hubiese dicho

si no existiera

esta propiedad de oficio.

 Los sastres son los Parreño,

Asuero los carpinteros,

herreros son los Arroyo,

Almeida los sombrereros.

 Me gustan los del calzado

por su buena humanidad,

porque este oficio recoge

lo mismo a Pedro que a Juan.

Los Bermejo se dedican

a hacer buenas campanillas,

los Romero a afeitar

y albañiles los Castilla.

 Ya me olvidaba

de los Bernales hojalateros,

los Zarza para aguardiente,

los Llanes talabarteros.

Y para mandar en Valverde

y en los oficios divinos

esta es una propiedad

Rodríguez, Mora y Vizcaíno.

Seguimos conversando y les pregunto sobre las razones de que el Carnaval cuente con tanto arraigo en Valverde.

Aquí gusta el Carnaval porque de toda la vida hubo mucho mariquita que aprovechaba la ocasión -dice uno y ríen todos- El Pelachingo les sacó una coplilla –y me cantan:

La Fuente del Berecillo,

es digna de admiración, 

veréis pa lo que ha quedao

ese antiguo panteón:

ya tienen los parguelas

donde poder ocultar,

ciertos juegos de mano,

que no son natural.

Se ríen con la letra de la copla. Dice otro:

Hay una de maricones que nos cantaban los beatos[5]:

Calañas corral de cabras,

Zalamea de cabritos,

Valverde de maricones,

¡mirá qué tres pueblecitos!

Otro canta la misma pero cambiando los pueblos:

Beas corral de cabras,

Trigueros para cabritos

y San Juan pa maricones,

¡mira que tres pueblecitos!

Surge un chorro de refranes que aluden a los pueblos cercanos:

Del Cerro, ni mujer ni perro;

y si lo digo al revés, ni perro ni mujer.

De Calañas era el traidor y del Cerro, la madre que lo parió.

 —

En el Campillo, una tabla con pelos es un cepillo.

 —

En Bonares, cuatro huevos son dos pares;

y en Moguer, no se lo quieren creer.

 —

En Zalamea: alza la pata y mea.

 —

En Aracena, el que no lleva bollo, no cena.

 —

En Calañas un calañés, de la torre se tiró,

y mira si tuvo suerte que del suelo no pasó.

 Las mujeres de la Palma y las yeguas de Almonte,

el que tenga cojones que las monte.

Y después, vuelven al tema:

Pero esa de los maricones la cantaban los beatos porque en Valverde sacamos una que decía

Las campanas de Beas

son dos latones,

donde el café calientan,

los maricones.

También hay una sevillana que dice:

Los niños de hoy en día,

no quieren novia,

que gastan brillantina

y agua colonia.

 Mariconazos,

que vais por el paseo,

cogíos del brazo.

A mucha gente mayor la presión, la necesidad y el tiempo les llenó la cabeza de una falsa moral de la que ya no son capaces de despojarse. En tono serio les pregunto:

-¿Pero eran malas personas?

No, por lo general son buenas y muy sensibles. Ahora es otra cosa, pero antes era distinto, la Iglesia…

-Y ¿cómo vivía el Carnaval la gente religiosa?

Muy mal. –y sale otra copla del Pela:

Dicen las catequistas

que es una inmoralidad

las coplas que los murguistas

cantan por el Carnaval.

Nos fijamos en ciertos detalles

y todo era natural

dentro de la misma Iglesia

existe inmoralidad.

San Sebastián que es soltero

lo vemos sin pantalones

y a Jesucristo en cueros

y a todos los santos por entero

en las mismas proporciones.

Los artistas en su afán

de inmortalizar su arte

pintan imágenes desnudas

sabiendo que no es menuda

la inmoralidad que hacen.

  Quiero pensar que desde esta época, hemos avanzado en el respeto a la libertad individual y a las opciones personales, claves para la convivencia. Pero desde lo más profundo me sale: “Esto es Carnaval”.

  El sol se ha ido levantando. La conversación decae. Ha sido un buen rato: yo he grabado varias coplas que no había escuchado antes, y me he acercado, como nunca antes lo hice, al Carnaval antiguo; ellos, -primero recelosos y luego en un ambiente relajado-, han reído recordando viejos tiempos…

Los carnavales se han ido,

otro Carnaval vendrá;

y nosotros nos iremos

y no volveremos más.

NOTAS:

[1] FACANÍAS. Nº187, de febrero de 1989. Artículo de Ignacio Alcaría sobre el Carnaval de Valverde. Al referirse al Jueves de Comadres dice que “…consistía en vestir a niños y niñas de viejos e ir visitando las casas del pueblo, previa petición de permiso desde la calle con la frase “¿Se admiten bobos?”.”

[2] Se refiere a las aldeas de Raboconejo, Fuente de la Corcha y Navahermosa.

[3] PELACHINGO. Pág. 24.

[4] PELACHINGO. Pág. 32.

[5] Gentilicio de los naturales de la población de Beas.