El sol se asomó añadiendo matices al verde de la copa de los pinos. Una tenue niebla, perezosa y anunciadora de agradable paseo, jugaba con los brotes que miran al cielo, coqueteando con las acículas. Los pájaros -gorriones, golondrinas, mirlos y urracas, que en casa llamamos rabilargos- vuelan de un lado a otro rebuscando comida para el desayuno, con sus trinos lo envuelven todo.
Se respira paz y armonía. Equilibrio. Sosiego.
De pronto me sorprendo tarareando «Dolores». Me traslado en el tiempo y me sumerjo en los recuerdos.