En el triángulo entre Plasencia, Trujillo y Navalmoral de la Mata, teniendo como eje vertebrador el Tajo, se encuentra el Parque Nacional de Monfragüe, un espacio protegido desde 1979 de singular y extremada belleza. Arroyos, embalses, roquedos, vegetación, fauna, sonidos puros y el aire, filtrado por la naturaleza, sorprenden y ensimisman.
Desde su castillo se domina todo el espacio natural. A él se accede a través de una escalera de nosecuantos escalones. En cada uno de ellos, en sus piedras, en su vegetación y especialmente en los centenarios acebuches que la escoltan, se percibe la huella de los siglos. Historia viva que no se lee en los libros.
Uno de los miradores situado en una mole de piedra, Peña Falcón, que baja hasta tocar las aguas del Tajo, es conocido popularmente cómo el Salto del Gitano y tiene asociada una leyenda. Ya sabes como me gustan estas cosas, así que te la cuento.
Dicen que el gitano era alto, fuerte y bravo, dedicándose al bandolerismo y robo de todo el que pasaba por las serranías de la comarca.
Cuentan que en Villareal de San Carlos hicieron noche dos comerciantes que llevaban sus dos caballos y cinco mulas, a los que el gitano puso los puntos. A la mañana siguiente los esperó en la sierra y, al verlo, los comerciantes soltaron las mulas y huyeron a galope en sus caballos.
El gitano saboreaba el botín cuando apareció la Guardia Civil, entablándose una persecución por la Sierra de las Corchuelas hasta que llegaron a Peña Falcón, donde el bandolero quedó acorralado al borde del precipicio.
Antes que dejarse atrapar, el gitano dio un salto -no te exagero si te digo que hay más de cincuenta metros- salvando las aguas del Tajo y alcanzando otra gran roca que se encuentra en la otra orilla.
Ante el insólito salto uno de los guardias civiles quedó petrificado, dando forma a las rocas del lugar que, con algo de imaginación, sugieren la figura del rostro de una persona con tricornio.
No sé por qué, pero estando allí me sorprendí tarareando la música de Johnny Guitar. ¡Qué voz la de Peggy Lee!