Por lo que nos llega, era simpático, cautivador, mujeriego, fiel a sus amigos, popular, calculador, de estrategia imprevisible… Un auténtico bandido, mezcla de Robin Hood y el Zorro.
De él cuentan mil anécdotas. Sin datos ni documentación, pero leyendas que el pueblo retuvo y, quizá, modeló. Algunas, muy populares, seguro que algo desafinadas; otras, encerrarán grandes verdades.
De su agudeza cuentan que, tras poner la justicia precio de 1.000 reales a quien lo entregara muerto o 1.500 vivo -un dato que no deja de ser curioso-, se presentó en pleno centro de Sevilla, en casa de Don Francisco de Bruna y Ahumada, -su gran enemigo al que dicen, en unos casos, que quitó su amante y, en otros, que enamoró a una sobrina suya- el regidor que llevaba su causa, solicitando audiencia. Al ser recibido, empuñó una pistola y, apuntádole, le dijo: «Yo soy Diego Corriente. Aquí estoy: ¡vengan los diez mil reales!.» Y cobró su propia recompensa.
Nació en Utrera en 1757 y parece que inició sus andanzas a los 19 años robando caballos que luego vendía en Portugal. Pasaba por La Contienda. Barrancos, donde tenía una taberna-posada, fue su refugio.
Decían que era difícil atraparlo porque los campesinos le ayudaban a cambio de dinero. Pero tenía una debilidad: las mujeres, que ocasionan celos y despechos. Huyendo de la justicia en 1781, perseguido por migueletes y escopeteros, pudo llegar hasta Barrancos. Allí, fuera de la jurisdicción española se sentía seguro, pero fue delatado por una mujer celosa. Huyó hacia Olivenza, donde lo apresaron. Dicen que el capitán portugués, que al mando de cien soldados rodeaba el cortijo en el que se encontraba, le dijo: «Corriente: yo siento venir a prender a un hombre de tus agallas, pero no tengo más remedio. No tires y entrégate. Hay cien fusiles apuntándote y yo no quiero matarte. Yo solo cumplo órdenes.»
Y se entregó, y fue extraditado, y encarcelado en Badajoz, y conducido a Sevilla, y condenado a la horca, y ahorcado el Viernes Santo en plena Semana Santa sevillana, en la Plaza de San Francisco, y descuartizado, y cada una de las partes de su cuerpo enviada a las poblaciones donde había actuado y colocadas en los caminos que frecuentaba… Dicen que no se manchó de sangre, que nunca mató a nadie.
Para hablar de un bandolero, no hay mejor estilo que la serrana, un cante flamenco de corte campero, serrano, que surgió en la primera mitad del siglo XIX en la comarca de Ronda.
No sé donde leí o a quién escuché, que si viajabas en una diligencia andaluza de mediados del siglo XIX y te asomabas a la ventanilla, lo que veías, era una serrana.
No quiero que te resulte pesado este vídeo; la primera parte cuenta la vida de Diego Corriente y la serrana que te propongo empieza en el minuto 2´45″. Como te digo siempre, relájate, escucha la guitarra, piérdete en la lentitud de los sones de esta serrana, si le das su tempo te llegará…
https://www.youtube.com/watch?v=BzeTZiow94U