Me levanto con algo de pereza. «Esto no había por qué decirlo, Tomás», me reprocho.
El baño está frío. «Diciembre y sus temperaturas», pienso.
Enciendo la luz y pongo en marcha el calefactor. Me miro al espejo: «El tiempo es implacable», me digo.
Me aseo. Cuando estoy afeitándome me sorprendo cantando «Enredándose en el viento, van las cintas de mi capa…»
Me pregunto qué hago yo cantando, con la mente casi vacía, con el disco formateado después de una descansada y confortable noche, coplas de tuna que se asoman y activan recuerdos de otro tiempo… Será que la Inmaculada está aquí y los tunos sevillanos en la calle.
«Cuando estoy cantando, seguramente es que me siento feliz», sentencio. Con lo difícil y pasajero que es eso.