Con aquella exuberante vegetación, calma marina y mestizaje solo podía aflorar la habanera, un género musical de compás binario, tiempo moderado y ritmo sincopado, como semejando el balanceo de un velero en plácida mar.
Su origen musical es discutido. Existen varias hipótesis. No hay duda de que nació en La Habana, donde a lo largo del siglo XIX la música autóctona se enriquece con los ritmos de las diversas etnias que allí confluyen. Culturas de procedencia africana, hispana y sudamericana se fusionan y entremezclan con la originaria de la isla, decantándose un producto musical nuevo, de corte meloso y romántico, que inspira en el alma situaciones idílicas. El tanguillo gaditano debió tener especial influencia. Ya lo decía Antonio Burgos en aquella letra que Carlos Cano popularizó:
Verán que tengo mi alma en La Habana / no se me puede olvidar:
canto un tango y es una habanera, / la misma manera,
tan dulce y galana / y el mismo compás.
……..
… Por qué te canto este tango, que sabe a mango,
de esta manera, esta habanera de piriñaca y de Carnaval…
La presencia española en Cuba propició su expansión por distintas zonas de nuestra geografía. La numerosa colonia de españoles en la isla, al volver, siente una desgarradora nostalgia; sueños y añoranzas de lugares, momentos y personas, que ellos sintetizaban en la habanera: una copla dulzona, con sabor a caña de azúcar, hecha para ser cantada entre amigos. Así llegó a distintos lugares de España, se aclimató y empezó a formar parte de su folclore.
Pero la habanera que hoy conocemos es fruto, sobre todo, de autores no cubanos que desarrollaron el estilo. Aunque hay investigadores que, rebuscando, se remontan hasta el siglo XIII para equiparar la cantiga 29 de Alfonso X el Sabio a una habanera -gente extraviada hay por todos lados-, la mayor parte de los estudiosos del género coinciden en reconocer en La Paloma -que el vasco Sebastián Iradier estrenó en la Habana en 1855-, el primer tema que contiene las características que identifican el género tal como hay lo entendemos. La Paloma es una de los temas musicales más versionados de todos los tiempos. Alguna de ellas, arrebatadoras. Te sonará la letra
Cuando salí de la Habana, válgame Dios / nadie me vio salir si no fui yo.
Una linda guachinanga que sí me vio / se vino tras de mí, que sí señor. (…)
A partir de La Paloma, la habanera se propagó por España y Europa, interpretándose en ambientes de la alta sociedad y en los intermedios de las funciones de los teatros de las principales capitales europeas. Iradier era habitual en estos actos y sus canciones -sobre todo habaneras- alcanzaron gran popularidad por toda Europa y América. A medida que avanzaba el siglo XIX, el género musical se consolidó y varios autores franceses y españoles de renombre -entre ellos Ravel, Debussy o Albéniz- componen habaneras alcanzando con ellas grandes éxitos.
Los primeros años del siglo XX se consideran la época de oro de la habanera. Luego, ya en los veinte y treinta, el género entra en decadencia, dejando paso a modalidades como el bolero y el tango, que la relegaron al olvido. Tras un letargo de casi medio siglo, en España reaparece en los años cincuenta como una pieza folclórica, arraigada en diversos lugares de nuestra geografía. Especialmente en los puertos de mar que comerciaban con América. En el interior solo tres poblaciones fueron capaces de mantener ininterrumpidamente la tradición habanera: Mayorga (Valladolid), Totana (Muria) y Valverde del Camino, como ya expuse y justifiqué en las V Jornadas del Patrimonio de la Comarca del Andévalo.
A finales del siglo XIX, Valverde contaba con un sustrato musical muy significativo y la habanera enraizó y se incorporó de forma natural a su folclore musical. En las personas mayores perdura el recuerdo de aquellos personajes que estuvieron en Cuba y que cantaban hermosas coplas. Unas las aprendieron allí, las trajeron y las legaron -a través de la tradición oral, en fiestas familiares y reuniones de amigos- incorporándose a su repertorio. Otras, fruto del ingenio valverdeño y su inclinación emocional a la música, fueron creadas aquí:
Estas lindas canciones
dicen que fueron la tradición
que nos legaron nuestros mayores
para cantarlas en reunión.
Valverde retuvo y acunó la habanera cuando el género vagaba en el olvido. Prueba de ello es el Cancionero de Valverde del Camino (1949), de Luis Arroyo Valero, una joya folclórica que recoge la letra y música de sesenta y cinco habaneras. Un tesoro patrimonial, quizá no puesto en valor fuera de Valverde. Luego, a partir de los años cincuenta, el impulso definitivo llegaría de la mano de Diego Romero Álvarez y la Real Agrupación Artística de Aficionados de Valverde del Camino.
No pretendo cansarte, ni aburrirte. Por eso no sigo y te dejo con esta entrañable habanera considerada himno valverdeño. La letra es de Diego Romero Pérez, la música de Diego Romero Álvarez y la magistral interpretación de la Real Agrupación Artística de Aficionados de Valverde del Camino. Por ser la que mejor sonido tiene, te propongo la grabación que incluyeron en el CD «Misa Rociera y selección de Habaneras». Relájate y escucha.