El lenguaje de las campanas
El tiempo en el ámbito rural fluye a una velocidad distinta al de la ciudad. Tiene otra dimensión. Un ritmo calmo y profundo que rezuma paz y sosiego, marcado por la sobriedad del metálico son de las campanas.
Alzadas en las torres de las iglesias -vigías permanentes del ámbito rural-, en manos de religiosos, acólitos y monaguillos iban marcando el discurrir del pueblo: anunciaban el amanecer, convocaban a los fieles a la iglesia, al Ángelus, llamaban a fiesta, a la catástrofe, avisaban del incendio, del nacimiento, convocaban a boda o anunciaban la muerte.
Aunque de uso antiguo, hasta el año 606 no se mandó colocar campanas en todas las iglesias católicas para llamar a los Oficios Divinos. Aun se pueden ver algunos edificios religiosos prerrománicos conservados con pulcritud, que carecen de campanario.
En los Concilios de 1584, 1585 y 1590, se prohibió la utilización de las campanas para usos no religiosos y, luego, ya en el siglo XVII, se permitió para casos de utilidad pública.
La disposición canónica inicial establecía que las catedrales tuvieran cinco o más campanas, las parroquias dos o tres y las iglesias de oratorios particulares, sólo una.
Sacar música a las campanas es un arte. Los esquilones producen notas agudas, las romanas graves y los carillones lo forman un grupo con el que incluso se puede llegar a reproducir partituras. En las iglesias de pueblo, suele haber solo dos, como se dispuso hace más de 1300 años.
Tienen lenguaje propio, conocido por el pueblo llano. En las agonías, por los toques, se distingue si el difunto es hombre o mujer. Este papel -¡Dios sabe cuantos años tendrá!-, colocado junto a las cuerdas que hacían sonar las campanas, es de la Parroquia de Valverde del Camino. Un inmaculado testimonio de servicio y sentido.
Ahora, en los pueblos, es difícil hasta conseguir alguien que se haga cargo del toque de las campanas…
Los campanillos y las esquilas tenían el mismo sentido de aviso y llamada que las campanas, pero más manejables.
Ya cité a Blanco White -Cartas de España- al hablar de octubre, el mes del Rosario. Decía entonces que la tradición de cantar antes del alba era habitual en los pueblos de Andalucía.
La conjunción de folclore y religiosidad popular toma cuerpo en esas coplas del rosario y los tradicionales campanilleros, que en los años veinte del siglo pasado la Niña de la Puebla popularizó. En los campos de mi Andalucía los campanilleros por la madrugá me despiertan con sus campanillas…
Te confieso que preferiría ponerte el tema original de la Niña de la Puebla, pero quizá te guste más cualquiera de las dos versiones que te propongo. Elige: Jarcha o Nuestro Pequeño Mundo.