Pasó el tiempo de los prestines. Cantamos, compartimos mesa y buenos momentos con familiares y amigos, los Reyes Magos se portaron mejor que con el niño de las abarcas -te recomiendo que leas el poema «Las desiertas abarcas», de Miguel Hernández- y otra vez volvemos a la, cada vez más frecuentemente, ansiada normalidad.
No todo fue bueno. Hubo resfriados, gripes y la muerte -así de demodelor hay que anotarlo- de personas queridas: mi tía Juana -a la que siempre recordaré sonriendo cuando hablaba con mi padre, su primo Encarnación-, Marisa Vallejo y, ayer, Óscar Infante. Lo de Óscar, desolador, trágico. 45 años… Se siente rabia, incomprensión, desesperanza, fraude vital…
Y la vida sigue.
Pero hoy, no tengo ánimo de coplillas. Es tiempo de reposo. Mañana anotaré alguna.