Rías Baixas. Frente a la de Pontevedra, la isla de Ons forma parte del Parque Natural de las Islas Atlánticas Gallegas.
El catamarán salió de Bueu, frente a Sanxenxo. Una travesía tranquila. El mar, en calma. Una brisa suave llegaba desde la lejanía atlántica mientras un grupo de delfines y centenares de gaviotas nos escoltaban durante la travesía.
La cara suroeste de la isla de Ons tiene pequeñas calas de arena y modestas construcciones; la noroeste, encarada al Atlántico, es abrupta y solitaria. Caminamos hacia ella pasando por el Mirador de Fedorentos.
Luego fuimos hasta el Burato do Inferno, una grieta vertical en forma de pozo que conecta directamente con el mar. Un agujero, un buraco, un Burato, que dicen allí. Cuando las olas y el viento golpean las paredes de sus escarpadas paredes rocosas, se produce un sonido peculiar que simula gritos y sollozos. Cuenta la leyenda que en días de temporal se oyen los gritos y gemidos de las almas que se llevó el diablo.
En su entorno me sorprendió una espectacular colonia de gaviotas. Nidos, polluelos y parejas adultas sobrevolaban toda la zona. A veinte metros del Burato se encuentra una cruz en memoria de un guardamarina que resbalo en el borde de la cavidad y cayó al interior. Pude fotografiar a una gaviota que, vigia de la colonia, posaba sobre ella.
Un hermoso lugar para ir de visita. Naturaleza viva. En día de temporal, condiciones extremas. Y yo, una vez más, me reafirmé en que soy de tierra adentro. Y pensaba en como se sentirían los Peces de Ciudad…