Hacía años que no pasaba por allí. Con las veces que pisé los pasillos y aulas de la, entonces, Escuela de Ingenieros Técnicos de Sevilla, parece como si observando su actual ambiente, uno volara sobre los jóvenes estudiantes que cruzan, van, vienen, suben, se detienen, hablan, rien… A pesar del tiempo transcurrido, me aborda la sensación de conocer secretos que guarda cada rincón y que ellos, aún, desconocen.
Y de pronto afloran imágenes dormidas. Y gusta, resulta agradable recordar instalaciones, compañeros, profesores… Todo está muy cambiado, pero hay detalles que permanecen, que siguen allí y te trasladan a otro tiempo.
Cuando salí a la calle me envolvía un regusto de dulces añoranzas. Me dejé ir con lentitud, saboreando cada paso, recordando situaciones vividas y deambulando por el desván de los recuerdos.
En la calle -con nombre de Virgen como la mayoría del barrio de Los Remedios, en este caso «de África», por cierto, patrona de Ceuta y con una curiosa historia- me detuve frente a una de sus perpendiculares. En su rótulo leí «Silvio». Cuando yo andaba por allí hace cuarenta años aún no tenía ese nombre. Por desgracia es habitual nominar una calle con el nombre de una persona una vez que muere. No debería ser así.
Con Silvio no son necesarios los apellidos; en Sevilla Silvio, es Silvio. O era. El rokero, el capillita, el que enmelaba cantando en italiano… Un tipo auténtico. Peculiar. Decían que era una reivindicación de Los Remedios frente a la hegemonía popular de Triana.
En la calle que hoy lleva su nombre, cerca del Parque de los Príncipes, estaba el Bar ABC, que era algo así como su oficina. Allí se inspiraba para dejar frases como «la verdad, si no tiene gracia, a nadie le interesa», o «el ganador es el que tiene suerte y el perdedor el que tiene ansia» o «la voz no hay que cuidarla, hay que entregarla al Espíritu Santo. Todo es cuestión de fe y de comunión«.
Creo que era un tipo raro. Como mi querida Escuela de Ingenieros Técnicos, Silvio forma parte de otra época, de un tiempo con ideales y escenarios distintos.
Alguien dijo que Rezaré, posiblemente su canción más conocida, era el pregón oficioso de Semana Santa propio de alguien de se casó con una inglesa en la iglesia del Cachorro. Eso solo lo podía hacer Silvio.