– ¿Cuándo es invierno, Miguel? -preguntó la maestra al niño.
– Cuando llueve y hace frío, seño -respondió él.
La noche ha estado lluviosa y, por la mañana, la ventana mostraba un gris otoñal. Una fina capa de lluvia arañaba el paisaje. Las ramas de los árboles ondeaban -parecían alegres- a ritmo de la melodía del viento.
En la tienda, la frutería, la carnicería, por todos lados -como si algo grandioso aconteciera- la gente habla de la lluvia, del nivel del pantano de Los Silillos, de que es un día de migas y se afana en aforar los litros de agua caídos durante la noche.
Yo, cuando llegué de comprar, encendí la candela, seleccioné música, cogí un libro y leí un rato. ¡Qué hermosa es la vida sencilla!