A la gente de Encinasola y otros pueblos de la Sierra y el Andévalo, Riotinto le suena a citas médicas, intervenciones quirúrgicas, a prisas para llegar por pésimas y olvidadas carreteras en una ambulancia, a momentos tristes… A hospital.
Otra gente lo asocia a la minería, a restos de extracciones mineras que se pierden en el tiempo, al año de los tiros, a teleras, a humos cargados de azufre, a lluvia ácida, a sufrimiento, a explotación humana, a desastres medioambientales, a la huella que van dejando los británicos por donde pasan…
Cuando llegaron a Minas de Riotinto los ingleses en 1873 -compraron las minas al Estado español por 92 millones de pesetas- transformaron los métodos de extracción y obtención de mineral. Luego, el medio para transportarlo hasta el Puerto de Huelva: el ferrocarril Riotinto-Muelle del Tinto.
Las minería tomó tal auge en el último tercio del siglo XIX en toda la Faja Pirítica onubense, y especialmente en Riotinto, que el director de la mina era considerado el virey en Huelva: ponía y quitaba gobernadores civiles, daba órdenes de cualquier asunto… era el que mandaba.
Hasta allí acudieron obreros de todas partes en busca de trabajo. Llegaban con la intención de dejar atrás la miseria. Huían del terruño, pero lo que encontraron era un mundo insalubre y enfermizo que, a base de «manguara» y sufrimiento hasta la extenuación, discurría hacia lo vesánico.
En los años cincuenta del siglo XX dejó de interesarles y tras explotar todo lo explotable, los ingleses se fueron siguiendo el mismo guión de siempre. El último episodio de la serie, lo hemos visto recientemente en la Unión Europea.
Hacía tiempo que no iba de visita a Minas de Riotinto. El otro día estuve por los rincones del Parque Minero de Riotinto. Es una pasada. Corta Atalaya, Barrio Inglés, Peña del Hierro, Museo, Ferrocarril… Una forma de acercarse al sacrificio que supone extraerle minerales a la tierra durante 5000 años.
Dicen que el río que sale de sus entrañas tiene ese color rojizo por la oxidación microbiológica de sulfuros de hierro y cobre, pero yo, cuando veía sus aguas desde el tren, pensaba que eran lágrimas de sangre de la tierra.
Si puedes, ve a echar un día por allí. No te dejará indiferente.
Del vertedero de Nerva, mejor hablamos otro día.
El tema musical de hoy, hay que situarlo más de medio siglo atrás y en la minería asturiana, la del carbón, diferente a la del cobre. Pero ambas modalidades comparten sufrimiento. Está basada en un hecho real. Escúchala mientras ves el vídeo.