Se va enero y a las puertas tenemos el corto que, según el refranero, es ruin, fullero, embustero, no tiene dos días iguales, cambia por ratos y no es de fiar. Como quiera que sea, tiene fama dudosa. Menos mal que es corto, porque reza el dicho que Febrero el revoltoso no pasó de veintiocho; si treinta tuviera, nadie con él pudiera.
Yo creo que no es para tanto. A pesar de ser el pequeño de los meses tiene fiestas muy significadas y un notable santoral.
Al inicio, la Candelaria, referencia de tantas tradiciones festivas; luego, el Carnaval, que antes llamaban la fiesta de las mujeres, de los goces y el disfrute aunque ahora ya, sea otra cosa; y, aquí en nuestra tierra, termina con el Día de Andalucía. Esto que escribo en tres líneas, daría para hablar largo. Por ahora lo dejamos en un breve recordatorio.
Febrero también tiene un santoral significativo. Al inicio San Blas -hoy volaba frente a mi casa un grupo de cigüeñas, de las que ya están aquí siempre- y el 14 -¡no se te olvide!- San Valentín.
Yo siempre he pensado que el día de los enamorados es un invento del consumo. Pero bueno, como el amor debe celebrarse todos los días, pues este, también. Así que, ya sabes: compra flores, algún detalle y, sobre todo, díselo. No adoptes la actitud de uno del que cuentan aquí en Valverde que, en vísperas de San Valentín, le dijo la esposa:
-Antonio, ¿tú sabes que mañana es el día de los enamorados?
Y él, sentencioso y con parsimonia, ajeno a sentirse implicado en el asunto, respondió:
-Pues ellos allá -y siguió con lo que traía entre manos, como mosca que levanta el vuelo.
En febrero no faltarán días propios de migas. Por cierto ¿conoces a Las Migas? Escucha que alegres son las olas de este mar.