Mientras el sol se desperezaba, el campo, vestido de blanco, parecía encogido, arrugado de frío.
Los charcos de Bajondillo se tapaban con una fina capa de escarcha, como aquellas que se formaban en los Grupos Escolares, que me acercan a mi niñez.
Se siente el silencio, un olor neutro aletargado por el frío y cómo el tiempo discurre con serenidad y aplomo. Este gélido paisaje de Naturaleza viva da un punto de consistencia, de firmeza, a la vida. Quizá todo no esté perdido.
Al subir, el termómetro del coche marcaba -2ºC. La música aleatoria que siempre pongo en ocasiones como esta, me sorprendió con la tierna y melosa voz de Helena Fischer.