Amanece y los coches se agolpan en la entrada. Algo más tarde habrá atasco y, con la incertidumbre de no llegar a tiempo, se acentuarán más los nervios de los opositores. Y de las opositoras, claro. Andando de un edificio a otro, buscando la puerta de su tribunal y esperando a que empiece el llamamiento, hay más mujeres que hombres.
Pregunto por el edificio Paolo Freire. Me indican cuál es. Quien me informa es opositora. Se nota. Le deseo suerte. «A ver si hay suerte con el toro…» me dice. Un toro negro, de cuernos punzantes y amenazantes, consolidado en el seno de una Administración que no es capaz de idear un sistema que valore la capacidad de tantos jóvenes que se entregan durante horas, días, meses y años a preparar unas oposiciones que no valoran con justicia su capacidad y cuya característica principal es la suerte, la fortuna de que salga la bola… Sin dejar de reconocer que la suerte se trabaja.
Se ven caras nerviosas, algunas concentradas -como repasando interiormente no sé que tema-, otras demasiado tranquilas…
Van nombrando a los opositores por orden alfabético. Han empezado por la H. Tensión, rigidez, incertidumbre, nerviosismo. Entran y quedamos los acompañantes deambulando por todo el campus de la UHU. Unos rezan, otros pasean, otros se van al Holea. Yo me refugio en la Biblioteca de Derecho.
En el día más largo de año, el tiempo se contradice. Uno desea que pase lento para que tenga posibilidad de desarrollar el fruto de tanto esfuerzo y entrega. Pero a la vez, cada minuto se reviste de plomo y pasan lentos y grises.
«Ahora estarán sacando las bolas»; «ya salen los primeros, los que no tuvieron suerte, que van informando de los temas que han salido»; «creo que tal o cual era de los que llevaba», «¿y los problemas…?
Yo leo, escribo y, así, con la templanza que dan los años, voy dejando atrás la mañana. Esperando que ella agote las cuatro horas y media de examen. Quienes aguantan hasta el final, salen agotados, exhaustos. Es buena señal.
Y sin saber por qué, aquí, callado, quizá porque el silencio habla, empiezo a tararear…