Hoy me he liado. Verás: pensé hablarte de gurumelos, pero revisando el histórico de mi web he visto que ya escribí en abril de 2013 y luego en marzo de 2017. Si te interesa, pincha en los enlaces.
Pero las cosas vienen como vienen y, al final, uno de los ingredientes de este guiso es el gurumelo, porque hoy el día ha venido rebozado en realidades absurdas.
Como días atrás, en cuanto puse la radio los informativos daban cuenta de los incidentes de anoche en distintas ciudades españolas por la defensa de la libertad de expresión.
¿Incidentes? ¿Libertad de expresión? No, sabes que estos términos son tibios e inexactos. Lo que está sucediendo es salvaje, terrorífico, espantoso, propio de bárbaros y fuera de toda razón. Y, lo peor de todo, no son fruto de circunstancias coyunturales; se han convertido en endémicos y cuentan con una perfecta organización.
Paseo mientras reflexiono sobre la situación.
Tras cuarenta años dedicado a la docencia, me pregunto en qué medida he contribuido yo a formar a algunos energúmenos de este calibre; qué ha hecho mi generación para engendrar tanta fiera malnacida; cómo nuestra grandilocuente Democracia no ha sabido establecer leyes para vacunarse de esta chusma; cómo no fuimos capaces de elegir a gobernantes que, simplemente, defendieran a la gente normal… ¿En qué nos hemos equivocado?
Luego, veo cómo la nave de la misión «Perseverance» de la NASA llega a Marte en busca de rastros de vida. Grandioso, colosal. Propio del Homo Sapiens. Aunque, pensándolo bien, quizá sea una misión incompleta. Le faltó cargar en la nave al perverso rapero y sus violentos secuaces y que se quedaran en Marte una larga temporada antes de regresar.
Ya te dije que el día vino cargado de rarezas. El remate de la mañana llegó cuando salí al patio y me encontré asomando en el césped un mato de gurumelos. Ya te dije que el día vino disparatado.
¿No te lo crees? Mira la foto.
¿Será verdad que la vida es un Cambalache, como dice Carlos Gardel?